En 1866, estalló un feroz conflicto llamado la Guerra de las Siete Semanas entre el Imperio Austriaco y el Reino de Prusia. Esta guerra no sólo implicó la competencia entre las dos grandes potencias, sino también la competencia por los intereses de muchos estados alemanes, e incluso desencadenó una lucha conjunta en Italia. La causa fundamental de esta guerra no fue sólo la lucha política y militar, sino también el aflojamiento del sentimiento de nacionalismo profundamente arraigado en los corazones del pueblo alemán de aquella época.
"El resultado de esta guerra cambiará el mapa de Alemania y allanará el camino para el ascenso de Prusia."
El desencadenante de la guerra se remonta a 1864, cuando Prusia y Austria derrotaron conjuntamente a Dinamarca y obtuvieron el control de Schleswig y Holstein. Las tensiones aumentaron durante los desacuerdos administrativos posteriores. El 26 de enero de 1866, Prusia protestó contra la decisión del gobernador austríaco sobre Holstein, considerándola una violación del principio de soberanía común. Posteriormente, las dos partes reforzaron mutuamente su despliegue militar, llevando gradualmente la situación al borde de la guerra.
Durante siglos, la estructura política de Europa Central fue compleja y constaba de múltiples países grandes e innumerables estados pequeños. Durante el largo gobierno de Austria, la división y reunificación de las regiones alemanas se convirtieron en temas importantes. A principios del siglo XIX, con el declive de la influencia francesa y el descontento con el dominio austriaco, los sentimientos nacionalistas dentro de Alemania se estaban gestando lentamente.
"A los ojos de muchos alemanes, existe una contradicción irreconciliable entre el dominio austriaco y su identidad local."
Aunque el nacionalismo no estaba completamente maduro en Alemania en 1866, este sentimiento comenzaba a surgir entre ciertas élites. Cuando Prusia puso fin a su alianza con Austria, los llamados a la independencia se hicieron más fuertes. Además, también surgieron líneas de apoyo debido a las diferencias religiosas entre los estados católicos del sur de Alemania y los estados protestantes del norte de Alemania.
Como importante político prusiano, las acciones de Otto von Bismarck fueron bastante estratégicas. Bismark creía firmemente que "la unificación de Alemania debe lograrse por la fuerza". Usó hábilmente la situación internacional y las contradicciones internas para obtener ventajas para Prusia.
"El proceso de unificación de Alemania, como dijo Bismark, necesita pasar por la prueba de 'sangre y hierro'."
Las reformas militares de Prusia mejoraron sus capacidades generales de combate. Establecieron un sistema de movilización más eficaz y estaban por delante de Austria en tecnología militar. El dominio del ejército prusiano en nuevas armas les dio una ventaja significativa en el campo de batalla.
"La victoria de Prusia se basó no sólo en los números, sino más importantemente en el uso de tácticas y un despliegue rápido".
Los factores económicos también jugaron un papel integral en esta guerra. La industrialización de Prusia y la posterior prosperidad económica le permitieron proporcionar armas y suministros más avanzados. Sin embargo, Austria tiene problemas económicos por una serie de factores internos y externos, que resultan en una escasez de recursos militares.
La Guerra de las Siete Semanas terminó rápidamente con la victoria de Prusia. No sólo se debilitó enormemente la influencia de Austria, sino que también se cambió el mapa de Alemania. Prusia obtuvo el control de los estados alemanes, mientras que Austria no pudo evitar que Italia se hiciera con el control de Venecia. Las consecuencias de este conflicto sentaron las bases para la futura unificación de Alemania.
Frente a este período de la historia, no podemos evitar preguntarnos: ¿las tensiones entre países todavía muestran patrones e influencias similares en el mundo moderno?