Según las investigaciones, pequeños aumentos en la concentración de alcohol en sangre (BAC) pueden incrementar significativamente el riesgo relativo de sufrir un accidente de tráfico.
En los Estados Unidos, la mayoría de los estados clasifican las leyes de conducción en estado de ebriedad como conducir bajo la influencia (DUI), que cubre no solo el alcohol sino también cualquier otra droga. La ley utiliza términos como "conducir bajo los efectos del alcohol" y "conducir bajo la influencia del alcohol" para describir la conducción bajo los efectos del alcohol. En el Reino Unido existen dos delitos: “conducir con exceso de alcohol” y “conducir responsable con exceso de alcohol”, que regulan la concentración de alcohol en diferentes condiciones de conducción.
Efectos del alcoholLa definición de conducir en estado de ebriedad no se limita a los automóviles; se ha extendido a barcos, aviones y diversos tipos de maquinaria en muchos lugares.
El alcohol actúa como depresor y afecta directamente la función cerebral. Cuando la concentración de alcohol en la sangre está entre 0,03% y 0,12%, las personas experimentarán enrojecimiento facial, deterioro del juicio y disminución de la coordinación muscular fina.
A medida que aumenta el nivel de alcohol en sangre, la velocidad de reacción, la atención y la percepción visual del conductor disminuirán, lo que eventualmente provocará un impacto grave en la capacidad de conducir.
Según la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA), el riesgo de sufrir un accidente de tráfico aumenta exponencialmente a medida que la concentración de alcohol en sangre aumenta linealmente. Por ejemplo, cuando el nivel de alcohol en sangre es de 0,02%, la visión y la concentración disminuyen, y cuando el nivel de alcohol en sangre llega a 0,15%, el riesgo de accidente es 25 veces mayor que en una situación sin alcohol.
Cada 51 minutos ocurre una muerte relacionada con el alcohol, lo que afecta no sólo a la familia de la víctima sino a la sociedad en su conjunto.
Los estudios han demostrado que las personas que conducen ebrias a menudo tienen ciertos rasgos de personalidad, como ansiedad, depresión e impulsividad. Las personas que beben y conducen repetidamente son diagnosticadas con mayor frecuencia con trastorno de personalidad antisocial (TPA), y tienden a usar el consumo de alcohol como un mecanismo de afrontamiento en lugar de para interactuar socialmente o disfrutar. Esto explica por qué muchas personas optan por continuar con esta conducta a pesar de enfrentarse a sanciones legales y financieras.
El costo económico de conducir en estado de ebriedad es de aproximadamente 37 mil millones de dólares cada año, incluyendo tarifas de remolque y almacenamiento, honorarios de abogados, fianzas, multas y otros gastos. Para un delincuente primerizo, estos costos a menudo pueden ascender a miles o decenas de miles de dólares, y esa es solo la pérdida financiera. Las víctimas y su impacto en las familias ya no se pueden medir en términos monetarios. Detrás de cada tragedia está el dolor de más de una familia.
Conducir en estado de ebriedad no sólo es una cuestión legal, sino también una prueba de moralidad y responsabilidad.
Ante las innumerables tragedias causadas por conducir en estado de ebriedad, la sociedad sigue explorando cómo prevenir eficazmente esta situación. La combinación de educación y legislación no debe quedarse en la superficie. El verdadero cambio surge de la profunda reflexión de las personas sobre su propio comportamiento. Ya sea el apoyo familiar, la supervisión de amigos o la orientación de instituciones educativas, todas son fuerzas importantes para cambiar el comportamiento al conducir en estado de ebriedad.
Detrás de todo esto, tenemos que reflexionar una vez más: ¿Realmente vale la pena correr estos riesgos por una copa de vino?