En la sociedad actual, el estrés crónico se ha convertido en un factor importante que afecta la salud física y mental humana. Este estrés puede ser causado por factores estresantes internos o externos a largo plazo, ya sea una amenaza real o recuerdos de dificultades pasadas, que pueden desencadenar reacciones similares. El estrés crónico no sólo afecta el funcionamiento fisiológico del cuerpo, sino que también puede cambiar profundamente la estructura y función del cerebro.
La respuesta continua al estrés conducirá a una serie de cambios fisiológicos que, en última instancia, afectarán la salud mental y la capacidad de pensamiento.
El estrés crónico proviene de muchas fuentes, las más comunes incluyen presión financiera, angustia matrimonial, problemas laborales, etc. La mayoría de estos factores estresantes son persistentes y recurrentes. La acumulación de estrés a largo plazo puede provocar una hiperactividad del sistema de estrés, lo que afecta aún más la salud.
El estudio del estrés se remonta a principios del siglo XX, cuando Hans Selye propuso por primera vez el concepto de estrés. A través de experimentos, descubrió que diferentes tipos de factores estresantes provocaban respuestas fisiológicas similares, incluida la degeneración glandular y la formación de úlceras. La investigación de Seri fue pionera en el campo médico de la respuesta al estrés y sentó las bases para investigaciones posteriores sobre el estrés crónico.
Los costos ocultos del estrés crónico en el cuerpo son el resultado de un largo período de investigación. Esto se llama carga de ostasis total.
Cuando nos enfrentamos a un estrés sostenido, el cerebro es el primer sistema afectado. Las investigaciones muestran que el estrés crónico inhibe la producción de neuronas en el hipocampo y la corteza prefrontal, dos áreas estrechamente relacionadas con el aprendizaje y la memoria. A medida que estas áreas se reducen, la amígdala (un área asociada con la ansiedad y el estrés) puede agrandarse debido al aumento de las demandas.
El estrés crónico no sólo acelera el envejecimiento cerebral, sino que también puede provocar una disminución de la capacidad de aprendizaje y de toma de decisiones.
El estrés crónico no sólo afecta al sistema nervioso, sino que también provoca daños en el sistema inmunológico, sistema digestivo, sistema cardiovascular, etc. Por ejemplo, el estrés crónico puede provocar un aumento de la presión arterial, atrofia muscular y una disminución del funcionamiento del sistema inmunológico. Estos efectos no sólo aumentan el riesgo de enfermedades crónicas, sino que también hacen que las personas sean menos resistentes a las infecciones y la inflamación.
Ante el estrés crónico, la resiliencia individual se vuelve crítica. La resiliencia es la capacidad de manejar el estrés de manera saludable y está influenciada por una variedad de recursos, incluidos rasgos de personalidad, apoyo social y conceptos culturales. Estos factores trabajan juntos para ayudar a las personas a afrontar más eficazmente los desafíos de la vida.
La mentalidad individual, las redes sociales y los antecedentes culturales pueden afectar la capacidad de afrontar el estrés.
A medida que se comprende mejor el estrés crónico, los científicos están explorando formas más precisas de medirlo. Un desafío importante en la medición actual del estrés radica en su complejidad y subjetividad. Cómo eliminar el sesgo de la memoria y definir la coherencia será la clave para futuras investigaciones.
En resumen, no se puede subestimar el impacto del estrés crónico en la salud física y mental. La pregunta más profunda es: ¿cómo encontrar estrategias de afrontamiento eficaces en un entorno social así para reducir la erosión del estrés en nuestras vidas?