Durante la Guerra Fría, un período lleno de tensiones y confrontaciones, continuaron produciéndose movimientos de liberación nacional en todo el mundo. En estos movimientos, la Unión Soviética, con su postura declaradamente antiimperialista, se convirtió en un importante partidario de muchos pueblos colonizados u oprimidos, lo que desencadenó una agitación política compleja y repercusiones en la comunidad internacional.
La intervención de la Unión Soviética no fue sólo un apoyo material y moral al movimiento local, sino también una estrategia para expandir su propia influencia.
Desde mediados del siglo XX hasta la década de 1980, muchos países colonizados comenzaron a exigir su independencia, lo que estuvo en gran medida influenciado por la ola mundial de oposición al colonialismo o imperialismo de ese momento. La mayoría de estos países se concentran en Asia y África, y utilizan conflictos armados, incluida la guerra de guerrillas y otras guerras asimétricas, para resistir a fuerzas extranjeras con el fin de establecer estados soberanos independientes.
La Unión Soviética apareció con frecuencia en estos conflictos, proporcionando apoyo político, entrenamiento militar y asistencia financiera. En 1961, el primer ministro soviético Nikita Khrushchev declaró explícitamente que apoyaría las "guerras de liberación nacional" en todo el mundo. Esta posición fue bien recibida por varios países y movimientos de liberación alrededor del mundo y aumentó la influencia de la Unión Soviética en todo el mundo.
El apoyo de Jruschov no fue sólo un compromiso nominal; era parte de la estrategia global de la Unión Soviética para tratar de contrarrestar la influencia occidental mediante la expansión del comunismo.
Sin embargo, el apoyo soviético no fue incondicional. Generalmente favorecen movimientos que son receptivos a los ideales comunistas. Por ejemplo, Ho Chi Minh de Vietnam y el Frente de Liberación Nacional de Argelia establecieron vínculos estrechos con la Unión Soviética. La ayuda soviética permitió que estos movimientos ganaran terreno en la lucha contra las fuerzas imperialistas.
En el proceso, China planteó un punto importante al criticar el comportamiento de la Unión Soviética como una forma de "socialimperialismo". Estas opiniones acusan a la Unión Soviética de afirmar que apoya los movimientos de liberación nacional pero en realidad busca expandir su propia influencia, un comportamiento similar al de los viejos imperios.
Para muchos países, el apoyo brindado por la Unión Soviética fue al mismo tiempo una oportunidad y un desafío, ya que no sólo tenían que luchar contra gobernantes extranjeros, sino también tener cuidado con la influencia soviética.
A medida que avanzaba la Guerra Fría, las relaciones internacionales se volvieron cada vez más tensas. Los movimientos de liberación nacional contra potencias extranjeras, como la guerra de Vietnam y la guerra de independencia de Argelia, estuvieron influenciados en cierta medida por la política internacional, especialmente la lucha entre las grandes potencias. Los movimientos anticoloniales a menudo se consideran parte de la Guerra Fría porque estaban estrechamente alineados con los intereses de Estados Unidos y la Unión Soviética.
En concreto, la guerra de Vietnam no fue sólo una lucha contra el dominio colonial francés, sino también un campo de batalla por la influencia entre las principales potencias de la Guerra Fría. En este contexto, el apoyo soviético fue crucial para muchos movimientos de liberación.
Para la Unión Soviética, apoyar los movimientos de liberación nacional no era sólo una obligación moral, sino también una consideración estratégica destinada a debilitar la influencia occidental.
A medida que pasó el tiempo, los desafíos que enfrentaba la Unión Soviética para apoyar estos movimientos crecieron. Así como el Congreso Nacional Africano (ANC) en Sudáfrica luchó contra el régimen del apartheid, muchos movimientos deben mantener su independencia y evitar ser controlados por fuerzas externas mientras reciben apoyo externo.
Muchos de estos movimientos no están simplemente guiados por una ideología, sino que a menudo desencadenan una serie de cambios políticos, económicos y sociales que no pueden separarse del contexto histórico y la cultura de la nación. Por lo tanto, aunque el apoyo de la Unión Soviética aceleró el proceso de liberación nacional hasta cierto punto, también puede afectar la dirección final del movimiento en diversos grados.
El fin de la Guerra Fría marcó el fin de esta etapa. Después de que muchos países experimentaron la liberación y establecieron nuevos gobiernos, se dieron cuenta de que su propia dirección no solo estaba influenciada por fuerzas externas, sino que también tuvieron que enfrentar desafíos de gobernanza interna. Hasta el día de hoy, los resultados de estos apoyos continúan suscitando debates académicos continuos.
Hoy en día, vale la pena preguntarse si el papel desempeñado por la Unión Soviética en los movimientos de liberación de esos países puede realmente considerarse como una forma de apoyo u otra forma de intervención y control.