Cuando el cuerpo se encuentra en un estado de inanición, necesita encontrar formas de garantizar que los niveles de azúcar en la sangre sean estables y que las células continúen recibiendo energía.
En circunstancias normales, nuestro cuerpo utiliza los carbohidratos ingeridos para producir energía. Sin embargo, cuando los carbohidratos disponibles disminuyen gradualmente, el cuerpo comienza a buscar alternativas para mantener su suministro de energía. En este proceso, la grasa se convierte en una de sus principales fuentes de energía. A continuación, profundizaremos en cómo el cuerpo convierte la grasa en glucosa.
En un estado de inanición, cuando se reduce la ingesta de carbohidratos en la dieta, el hígado del cuerpo comienza a utilizar el glucógeno almacenado (glucógeno) para liberar energía rápidamente. Este proceso, llamado glucogenólisis, comienza cuando el hígado convierte el glucógeno en glucosa, que se libera al torrente sanguíneo para estabilizar los niveles de azúcar en sangre.
Durante el proceso de "glucogenólisis", una molécula de glucosa se separa del glucógeno y se convierte en "glucosa-1-fosfato", que es un producto intermedio de un metabolismo posterior.
Sin embargo, cuando las reservas de glucógeno se agotan, el cuerpo necesita recurrir a otra vía para sintetizar glucosa. Este proceso se llama gluconeogénesis. En este proceso, el cuerpo puede utilizar sustratos de las grasas y convertirlos en glucosa. Este proceso ocurre principalmente en el hígado y también puede ocurrir en los riñones.
La grasa se descompone primero mediante el proceso de beta-oxidación de los ácidos grasos y luego se convierte en acetil-CoA (acetil-CoA). En algunos casos, el acetil-CoA se puede sintetizar aún más en glucosa mediante una serie de reacciones químicas. Durante el metabolismo típico de los aminoácidos, la proteína descompuesta libera algunos precursores que pueden convertirse en glucosa. Estos precursores incluyen algunos aminoácidos glucógenos, que pueden usarse para sintetizar nueva glucosa.
Hormonas como la insulina y el glucagón desempeñan un papel clave en este proceso. Cuando los niveles de azúcar en sangre caen por debajo del rango normal, el páncreas libera glucagón, que activa las vías de lipólisis y gluconeogénesis. Esta regulación permite que el cuerpo proporcione energía continuamente en condiciones extremas sin tener que depender de fuentes externas de alimentos.
En estados de inanición y dietas bajas en carbohidratos, la gluconeogénesis del cuerpo se vuelve particularmente importante para prevenir la hipoglucemia.
Además de la gluconeogénesis, hay otros procesos bioquímicos clave en juego durante la inanición. Por ejemplo, cuando las reservas de glucógeno y grasa del cuerpo son insuficientes, el ácido láctico retenido puede volver a ingresar al hígado a través del ciclo de Cori y convertirse en glucosa. Esto demuestra aún más la flexibilidad metabólica del cuerpo para adaptarse y mantener un suministro estable de energía en entornos cambiantes.
Incluso en estado de inanición, el cuerpo humano todavía es capaz de mantener los niveles de azúcar en la sangre a través de una variedad de fuentes, lo que demuestra la excelente capacidad de los humanos para adaptarse a los desafíos de supervivencia.
En resumen, desde la ingesta de carbohidratos hasta la descomposición de las grasas, el sistema metabólico del cuerpo humano es complejo y eficiente. En un estado de hambre, nuestro cuerpo inicia una serie de exquisitas reacciones químicas para asegurar un suministro adecuado de glucosa y mantener funciones fisiológicas normales. El cuerpo humano no sólo depende de la dieta, sino que también ajusta constantemente su entorno interno para lograr la autosuficiencia. Cuando nos enfrentamos al desafío del hambre, ¿alguna vez te has preguntado cómo nuestros cuerpos afrontan la dificultad de una manera tan eficiente?