En las últimas décadas, los científicos han realizado extensas investigaciones sobre la plasticidad cerebral y han descubierto que la riqueza del entorno tiene un impacto significativo en el desarrollo y el funcionamiento del cerebro. El enriquecimiento ambiental no se trata sólo de cambios en el espacio físico, sino que también incluye la mejora de la interacción social y la estimulación sensorial. Las últimas investigaciones muestran que vivir en un entorno estimulante puede aumentar significativamente el número de sinapsis en las neuronas del cerebro, mejorando así la capacidad de pensamiento y aprendizaje del cerebro.
Según las investigaciones, un entorno enriquecido puede promover la formación de sinapsis, fortaleciendo así la conexión entre neuronas y mejorando la capacidad de pensamiento.
Las primeras investigaciones se remontan a 1947, cuando el psicólogo Donald Hebb realizó un experimento comparativo y descubrió que las ratas que se tenían como mascotas tenían un desempeño significativamente mejor en la resolución de problemas que las ratas que vivían en jaulas. Sin embargo, las investigaciones de aquel momento no profundizaron en los cambios específicos que se producían en el cerebro.
Una investigación histórica comenzó en 1960, cuando Mark Rosenzweig, de la Universidad de California en Berkeley, descubrió que los cerebros de ratas individuales mantenidas en entornos diseñados para ser desafiantes se desarrollaron significativamente mejor que los de las mantenidas en jaulas estándar. El grosor de su corteza cerebral aumentó y el número de sinapsis y células gliales aumentó significativamente.
El enriquecimiento ambiental no sólo influye en el desarrollo del cerebro sino que también mantiene estos cambios en la edad adulta.
La capacidad de aprender se ve particularmente afectada por el entorno; por ejemplo, estudios han demostrado que las ratas criadas en un entorno de alta estimulación tienen un aumento del 3,3% al 7% en el grosor de su corteza cerebral. Esto significa que vivir en un entorno estimulante puede ayudar al cerebro a formar más sinapsis y fortalecer muchos procesos de neurotransmisión importantes.
Además, el enriquecimiento ambiental promueve el aumento de factores de crecimiento nervioso intrínsecos (como NGF y BDNF), que son esenciales para la supervivencia y el desarrollo neuronal. Estos cambios se observaron tanto en ratones jóvenes como adultos. Incluso bajo restricciones ambientales, este mayor número de sinapsis puede persistir durante un período de tiempo y no desaparecerá inmediatamente debido al deterioro ambiental.
El enriquecimiento ambiental mejora la memoria y el aprendizaje en ratones con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
La investigación actual, basada no sólo en modelos animales, también muestra que en los seres humanos un mayor nivel educativo se asocia con una mayor reserva cognitiva. Esto significa que las personas que participan en actividades altamente desafiantes y cognitivamente estimulantes, o que crecen en mejores entornos sociales, tienen mayores capacidades cognitivas y resiliencia al deterioro cognitivo relacionado con la edad.
Más importante aún, el estudio encontró que los niños con autismo que reciben una rica estimulación ambiental lograrán nuevos avances en sus capacidades cognitivas. Por ejemplo, mediante la estimulación sensorial y el entrenamiento motor relacionado, se pueden mejorar enormemente las capacidades de planificación y aprendizaje de estos niños. El éxito de estas terapias radica en que el desarrollo del cerebro se favorece mejor cuando el entorno es creativo e inclusivo.
De manera similar, entre los humanos, la pobreza y un entorno parental carente de interacción social pueden afectar seriamente el desarrollo cognitivo de un individuo. Numerosos estudios han demostrado que los niños que crecen en la pobreza enfrentan dificultades con el lenguaje, las habilidades sociales y el desarrollo cognitivo general. Por el contrario, si podemos proporcionar experiencias ambientalmente enriquecidas en las primeras etapas, podemos compensar en cierta medida el daño cognitivo causado por un entorno de crecimiento inadecuado.
Se han demostrado influencias ambientales en muchos estudios de enfermedades neurodegenerativas, lo que respalda aún más que las futuras estrategias de intervención deberían centrarse en el enriquecimiento ambiental para mejorar la plasticidad y la función del cerebro.
En resumen, la riqueza del entorno tiene un impacto significativo en el desarrollo del cerebro. Es beneficioso no sólo en las primeras etapas del desarrollo sino también en la edad adulta. Las investigaciones futuras deberían explorar más a fondo cómo se pueden utilizar las estrategias de enriquecimiento ambiental para mejorar las capacidades cognitivas humanas y la salud cerebral. ¿Deberíamos pensar si podemos crear aún más un entorno deseable en nuestras vidas para promover el crecimiento de la capacidad de pensamiento y la plasticidad cerebral?