En la Europa del siglo XIX, las cinco potencias principales se dieron cuenta de que sólo mediante la cooperación y la acción concertada se podían evitar los conflictos y mantener la estabilidad. Este acuerdo llamado "Sistema Europeo de Conferencias" no es sólo un compromiso y una estrategia entre las principales potencias, sino que también representa una confrontación con los movimientos liberales y nacionalistas emergentes. Estos acontecimientos históricos reflejan cómo ha cambiado el equilibrio de poder a lo largo del tiempo.
La cooperación entre las potencias europeas tenía como objetivo prevenir la guerra y la revolución y mantener el status quo territorial y político.
Los orígenes de la conferencia se remontan al final de las guerras napoleónicas y a un período de paz muy largo. Sin embargo, esta situación se vio seriamente cuestionada durante la Revolución de 1848. Estas demandas revolucionarias incluían independencia nacional, unidad nacional y reformas liberales y democráticas, que en última instancia hicieron que el "Sistema Europeo de Conferencias" ya no pudiera funcionar con eficacia.
En 1814, el objetivo principal del Congreso de Viena era reconstruir una Europa pacífica y estable. El logro efectivo de la soberanía y el énfasis en el principio del "equilibrio de poder" permiten al sistema prevenir el estallido de conflictos a gran escala a largo plazo.
El orden internacional establecido por el Congreso de Viena se basa en el concepto de restaurar y mantener el equilibrio de poder en Europa y la responsabilidad conjunta por la paz.
La conferencia inicial estuvo dominada por los aliados (Austria, Gran Bretaña, Prusia, Rusia y Francia). Aunque estos países enfrentan diferentes desafíos internos y externos, son capaces de negociar con éxito y mantener una paz relativa la mayor parte del tiempo.
Sin embargo, con el auge del nacionalismo y el liberalismo, comenzaron a aparecer grietas en el "sistema de conferencias europeo". Una serie de revoluciones en 1848 hicieron que las grandes potencias enfrentaran nuevos desafíos internos y reevaluaran sus intereses mutuos. Si bien estas revoluciones no provocaron cambios geopolíticos drásticos, mostraron la fragilidad del sistema.
El estallido de la revolución en 1848 marcó el final de la primera etapa del "Sistema Europeo de Conferencias" y no pudo evitar la posterior unificación y división nacional.
El proceso de unificación de Alemania e Italia no sólo cambió el panorama político de estas regiones, sino que también debilitó aún más la cooperación entre las cinco potencias principales. La competencia entre Prusia y Austria complicó la situación en el continente europeo y dio inicio a una nueva ronda de carrera armamentista.
Con el liderazgo de Bismark, Alemania relanzó el "Sistema de Conferencias Europeas" en un intento de confirmar la posición dominante de Alemania en Europa. En la segunda etapa, desde la década de 1870 hasta 1914, Europa volvió a experimentar un período de relativa paz.
Aunque el "Sistema de Conferencias Europeo" se reactivó antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, finalmente colapsó con la formación del sistema de alianza militar.
Con la decadencia del Imperio Otomano y las tensiones entre las grandes potencias, ya no pudo satisfacer las necesidades de la geopolítica. La llegada del siglo XX se convirtió en el catalizador de la fragmentación final de este sistema.
Desde el establecimiento del "Congreso de Viena" hasta su colapso final, esta historia no sólo nos permite presenciar el juego de poder y cooperación, sino que también revela las frágiles alianzas entre las principales potencias de aquel momento, que en última instancia condujeron hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Mirando hacia atrás en este período de la historia, probablemente deberíamos pensar: ¿Puede el orden internacional actual aprender de él para evitar volver a cometer los mismos errores?