Los árboles de haya (Fagus grandifolia) están siendo atacados por una enfermedad mortal llamada enfermedad de la corteza del haya. Ha causado una mortalidad significativa y desnutrición de árboles de haya en el este de Estados Unidos, Canadá y Europa. El origen de la enfermedad reside en dos plagas y hongos principales, que juntos suponen una amenaza potencialmente mortal.
La causa de la enfermedad de la corteza del haya se remonta a una conspiración debajo de la corteza, que involucra la intrincada relación entre las hayas, los insectos que se alimentan de plagas y los hongos patógenos.
Según las investigaciones actuales, la clave de esta enfermedad reside en dos plagas principales: Cryptococcus fagisuga y Xylococcus betulae, y dos hongos: Neonectria faginata y Neonectria ditissima. El ataque de estas plagas daña la corteza de los árboles, permitiendo que los hongos invadan los árboles y provoquen lesiones a largo plazo.
Para que se produzca la enfermedad de la corteza del haya se requieren dos componentes principales: insectos y hongos. Los gusanos de cera del haya parasitan específicamente los árboles de haya y forman mantas blancas en la superficie de los troncos y las ramas. Estas mantas son en realidad agrupaciones de estos insectos.
Las piezas bucales destructivas de estas plagas penetran profundamente en la corteza, causando daños duraderos y creando condiciones para la invasión de hongos.
Además, cuando la corteza de un árbol es atacada por estos insectos, el hongo Neonectria aprovecha estas heridas para infectar el árbol, provocando finalmente lesiones visibles y manchas de enfermedad en la superficie del árbol. Este proceso eventualmente conducirá a la muerte del árbol.
La enfermedad de la corteza del haya se documentó por primera vez en Europa en 1849, mientras que se registró por primera vez en América del Norte en 1890. Inicialmente se pensó que era causada por una infestación de gusanos de cera, pero no fue hasta 1914 que el hongo Neonectria se relacionó con la enfermedad.
Después de años de propagación, la enfermedad se descubrió por primera vez en Massachusetts, EE. UU., en 1929 y luego se extendió rápidamente hacia el sur y el oeste.
En 2004, la enfermedad se había extendido al oeste de Michigan y Carolina del Norte.
Los síntomas de la enfermedad de la corteza del haya incluyen una cubierta blanca en el tronco, exudación de un líquido marrón rojizo, adelgazamiento de los folíolos y coloración amarillenta de las hojas. Los árboles infectados pueden presentar corteza agrietada, úlceras y enganches.
Las estrategias de gestión eficaces incluyen la prohibición del movimiento de plantas de vivero, madera, etc. que puedan transportar plagas.
Alternativamente, la gravedad de la enfermedad se puede reducir hasta cierto punto mediante el uso de insectos depredadores como las mariquitas, o hongos parásitos contra los hongos Neonectria. Sin embargo, el coste de controlar la enfermedad en entornos forestales es prohibitivo, por lo que son necesarias operaciones de caza oportunas para reducir las pérdidas económicas.
Resistencia y perspectivas de futuroSegún estudios recientes, aproximadamente entre el 1% y el 5% de los árboles de haya pueden mostrar resistencia a la enfermedad de la corteza del haya, con diferencias regionales significativas. En la gestión futura de los árboles, la clave para prevenir y controlar eficazmente la enfermedad de la corteza del haya será cómo utilizar eficazmente estas especies resistentes a las enfermedades.
Ante esta guerra contra hongos e insectos, ¿pueden las hayas desarrollar sus propios mecanismos antivirales?
Esta cuestión no sólo afecta a la supervivencia de los árboles, sino que también pone a prueba el equilibrio ecológico. ¿Cómo debemos responder eficazmente a este desafío y proteger nuestros recursos forestales?