A medida que el desafío del cambio climático se vuelve cada vez más grave, encontrar formas de generar energía renovable se vuelve cada vez más importante. La biomasa es una fuente de energía renovable que se obtiene a partir de residuos vegetales y animales. Según las últimas investigaciones, además de la madera tradicional, muchas otras plantas pueden convertirse en combustibles renovables eficientes. Estas plantas no sólo pueden ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, en algunos casos, mejorar la biodiversidad, sino que no se puede ignorar el impacto ambiental de su producción.
La biomasa, cuando se implementa correctamente, tiene un potencial significativo para combatir el cambio climático.
Según el Sexto Informe de Evaluación del Panel sobre Cambio Climático, la bioenergía es “energía derivada de cualquier forma de biomasa o sus subproductos metabólicos”. Esta definición apuntaría a la materia orgánica que se puede utilizar para producir energía, como la madera, los desechos agrícolas y otros desechos domésticos.
Actualmente, la mayor fuente de energía de biomasa es la madera y los residuos de madera, pero hay muchas otras plantas que también se pueden utilizar. Por ejemplo:
Estas plantas no solo liberan energía, sino que también mejoran la calidad del suelo y promueven la biodiversidad. Después de un procesamiento adecuado, se pueden convertir en combustibles de mayor calidad, que se denominan biocombustibles o biogás.
Según la fuente de biomasa, los biocombustibles se pueden dividir en dos categorías principales:
Estos biocombustibles se pueden utilizar en una variedad de aplicaciones, como transporte y calefacción, especialmente bioetanol y biodiesel, dos de las formas más comunes. El bioetanol se produce principalmente mediante la fermentación de cultivos azucarados; el biodiesel generalmente se convierte a partir de aceites vegetales o grasas animales.
El impacto ambiental de la biomasa depende de cómo se produce y cosecha. Si bien en determinadas condiciones estas fuentes de energía pueden reducir significativamente las emisiones de carbono, si no se gestionan adecuadamente pueden provocar pérdidas de ecosistemas y estrés social. Especialmente en términos de uso de la tierra, la producción de energía de biomasa debe enfrentarse a la competencia por las tierras agrícolas, lo que también puede tener un impacto en el medio ambiente ecológico.
Muchos expertos creen que la contribución de la biomasa a la energía renovable aún no es comparable a la de la energía eólica o solar, principalmente debido a la mayor superficie de terreno que requiere.
Con el avance tecnológico, la eficiencia de producción de energía de biomasa está aumentando. En particular, los sistemas de bioenergía combinados con tecnología de captura de carbono, conocida como bioenergía y almacenamiento de captura de carbono (BECCS), pueden lograr reducciones netas de emisiones de carbono en algunos casos. Sin embargo, esto también impone exigencias muy altas en el uso de la tierra, por lo que se debe encontrar un equilibrio y al mismo tiempo reducir el impacto ambiental.
Como muestra el informe de la Agencia Internacional de Energía, se espera que la proporción de energía de biomasa moderna aumente significativamente para 2030. Esto nos da la esperanza de que, si se utilizan adecuadamente, estos recursos de biomasa podrían ser parte de la solución al cambio climático.
El uso de energía de biomasa nos permite ver que las plantas no son sólo una fuente de suministro de alimentos, sino que también pueden convertirse en una herramienta importante en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, es necesario considerar cuidadosamente el impacto ambiental de su producción. ¿Podemos encontrar una forma segura, eficaz y sostenible de utilizar la energía de la biomasa será una cuestión en la que todos tendremos que pensar en el futuro?