En las remotas montañas del sur de Europa, vive una criatura misteriosa: el antílope. Este pequeño antílope no sólo es un miembro importante del ecosistema alpino, sino que también ha sido residente de las montañas desde la antigüedad. Desde los Pirineos hasta los Alpes, e incluso en la Isla Sur de Nueva Zelanda, su fisiología y comportamiento únicos les permiten sobrevivir en entornos alpinos accidentados. ¿Cómo se adaptó esta misteriosa maravilla, el antílope, a un entorno tan difícil?
En verano, el pelaje del antílope es de un color marrón intenso, que se torna gris claro en invierno. Tienen una apariencia distintiva: marcas blancas en los lados de la cabeza y una barra negra prominente debajo de los ojos.
Las hembras de antílope y sus crías suelen formar grupos de 15 a 30 individuos, mientras que los machos adultos son mayoritariamente solitarios. Durante la temporada de reproducción, los machos luchan ferozmente por el favor de las hembras. Las hembras preñadas suelen tener un periodo de gestación de 170 días y dan a luz a sus crías en mayo o junio. Los cachorros son destetados a los seis meses de edad y crecen en un año, pero generalmente no alcanzan la madurez sexual hasta los tres o cuatro años de edad.
La dieta del antílope consiste en pastos y hierbas alpinas en verano y corteza de coníferas y agujas de árboles en invierno. Son principalmente activos durante el día y buscan alimento activamente a la luz de la luna.
El área de distribución del antílope abarca muchas cadenas montañosas en el sur y centro de Europa, y puede sobrevivir en terrenos rocosos y accidentados a altitudes de hasta 3.600 metros. Por lo general, migran a prados alpinos por encima de la línea de árboles en verano y descienden a bosques de pinos a unos 800 metros de altitud en invierno.
Antílopes de Nueva ZelandaLos antílopes fueron introducidos en Nueva Zelanda en 1907 como regalo del emperador austríaco. Estos antílopes han sobrevivido bien en Nueva Zelanda y se han expandido gradualmente a otras partes de la Isla Sur, sin embargo, la caza de antílopes aquí está casi irrestricta y apoyada por los gobiernos locales para controlar el impacto de los antílopes en la vegetación alpina local.
Las pieles de gamuza modernas quizá ya no provengan de los propios antílopes, sino más frecuentemente de ciervos, ovejas o cerdos domésticos, pero aún son apreciadas por su función y textura.
Aunque los antílopes han demostrado una sorprendente adaptabilidad en su entorno alpino, las actividades humanas y los desastres naturales todavía representan una amenaza para su supervivencia. Hoy en día, los antílopes alpinos enfrentan el doble desafío de la pérdida de hábitat y la caza excesiva. Esto hace que la gente se pregunte: En los futuros cambios ambientales, ¿podrán los antílopes seguir sobreviviendo y convertirse en los guardianes de las montañas?