El dolor crónico, también conocido como síndrome de dolor crónico, es un tipo de dolor duradero que a menudo se malinterpreta como dolor agudo. La duración del dolor crónico varía de tres meses a varios años, según la definición, y se interpreta de manera diferente en manuales de diagnóstico como el DSM-5 y la CIE-11.
El dolor crónico se define como "dolor más allá del período de recuperación esperado", lo que significa que ya no tiene valor médico biológico.
Hay muchos tipos de dolor, incluido el dolor por cáncer, el dolor posquirúrgico, el dolor musculoesquelético y el dolor visceral. A nivel mundial, el impacto del dolor crónico supera el de la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardíacas. Muchos estudios han demostrado que la prevalencia del dolor crónico varía significativamente entre países, oscilando entre el 8% y el 55,2%, lo que indica que se trata de un problema universal.
La Asociación Médica Estadounidense estima que los costos asociados con el dolor crónico oscilan entre $56 mil millones y $635 mil millones.
El dolor crónico, según lo define la Sociedad Internacional del Dolor (IASP), es un dolor que persiste más de lo esperado y que ya no tiene un propósito biológico. El índice DSM-5 define "crónico" como un dolor que dura más de seis meses. Esto significa que el dolor crónico abarca una fisiopatología compleja y puede implicar factores psicosociales.
El dolor crónico se puede dividir en una variedad de tipos, que incluyen:
El desarrollo del dolor crónico implica múltiples factores fisiopatológicos y ambientales. Incluyendo la neuropatía del sistema nervioso central, la respuesta inflamatoria después de un daño tisular, las enfermedades autoinmunes y el estrés psicológico, etc., pueden causar dolor crónico.
Las causas de gran parte del dolor crónico siguen siendo desconocidas y las mismas condiciones patológicas no siempre causan dolor crónico.
Además, algunos estudios han señalado que se producen cambios en la estructura neuronal con la estimulación continua del dolor, lo que puede explicarse por la neuroplasticidad, que hace que el dolor crónico a menudo sea difícil de revertir una vez que se ha establecido.
El tratamiento del dolor crónico a menudo requiere la colaboración interprofesional, incluidos médicos, fisioterapeutas, psicólogos, etc. Los medicamentos no opioides, las terapias conductuales y otros tratamientos alternativos pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas con dolor crónico.
Muchos estudios han demostrado que el tratamiento inicial suele basarse en fármacos no opioides como los antiinflamatorios no esteroides (AINE) o el paracetamol, mientras que para algunos casos concretos se puede considerar el uso de opioides, pero es necesario realizarse bajo estricta supervisión.
La psicoterapia, incluida la terapia cognitivo-conductual, tiene un efecto significativo en la mejora de la calidad de vida y la reducción de la interferencia causada por el dolor.
Según diferentes encuestas y estudios, entre el 8% y el 55% de la población mundial se ve afectada por dolor crónico. Se estima que más de 116 millones de personas en Estados Unidos viven con dolor crónico, cifra que demuestra que el dolor crónico no es sólo un problema individual, sino un problema social generalizado.
Muchos pacientes no pueden trabajar o necesitan cambiar de trabajo debido al dolor crónico, y un número significativo no recibe un tratamiento adecuado del dolor.
El dolor crónico tiene un profundo impacto en los individuos y la sociedad. Además de la tortura física, los pacientes también pueden enfrentar problemas de salud mental, como depresión y otros problemas emocionales. Esto alimenta el ciclo del dolor crónico, dejando a muchas personas en agonía.
La prevalencia del dolor crónico y su erosión de la calidad de vida nos obliga a repensar la profundidad y amplitud de este problema. A medida que la investigación sobre el tratamiento del dolor continúe a nivel mundial, ¿podremos encontrar tratamientos más eficaces para abordar este desafío de salud común?