A lo largo de la historia de la humanidad, el dolor ha sido considerado como una señal de advertencia vital, que nos recuerda que debemos mantenernos alejados de peligros potenciales. En muchos casos, la sensibilidad de nuestro cuerpo al dolor varía debido a diversos factores, fenómeno conocido como hipoalgesia. Este artículo explorará los mecanismos de la hipodolor, específicamente el proceso regulatorio ante el miedo o el peligro, y cómo este proceso afecta nuestros instintos de supervivencia.
La hipoalgesia es un fenómeno de sensibilidad reducida a los estímulos dolorosos, que generalmente ocurre cuando se afecta un determinado eslabón en la vía de transmisión del dolor.
La química es una de las principales causas de hipoalgesia, especialmente ciertas prostaglandinas (como los antiinflamatorios no esteroides, AINE) y los opiáceos, que actúan sobre los sistemas nerviosos central y periférico para reducir el dolor. Los diferentes tipos de analgésicos alivian el dolor al reducir la inflamación y la hinchazón, lo que también reduce la fuente del dolor.
Por ejemplo, los opioides como la morfina y la codeína actúan principalmente sobre los receptores de opiáceos en el sistema nervioso central y ayudan a modular la percepción del dolor.
Los estudios han encontrado un fuerte vínculo entre el ejercicio y una menor percepción del dolor. Muchos estudios han demostrado que los pacientes que se someten a ejercicio experimentan una reducción significativa de las respuestas al dolor. Aunque los mecanismos de la hipoalgesia inducida por el ejercicio no se comprenden completamente, existe evidencia de que los aumentos de la presión arterial durante el ejercicio desencadenan la liberación de opioides endógenos. Este proceso puede ser fundamental para la supervivencia, ya que necesitamos reducir nuestra percepción del dolor durante el ejercicio de alta intensidad para poder responder a las emergencias.
Después de que el cuerpo detecta un aumento en la presión arterial, se liberan opioides endógenos, lo que reduce aún más el dolor.
El miedo también se considera un mecanismo de defensa evolucionado que proporciona protección eficazmente. Ante amenazas que ponen en peligro la vida, la reducción de la percepción del dolor facilita que los organismos escapen del peligro, por lo que la baja percepción del dolor juega un papel clave en esta batalla. Aunque la hipodolor inducida por el miedo está bien documentada, sus mecanismos específicos no se comprenden completamente. Las investigaciones muestran que los opioides están involucrados en este proceso, pero los opioides por sí solos no pueden explicar completamente esta respuesta analgésica.
El miedo puede activar el mecanismo de regulación del dolor, reduciendo la percepción del dolor y mejorando eficazmente las posibilidades de supervivencia.
Muchas enfermedades también pueden causar una baja percepción del dolor. Entre ellas, las neuropatías sensoriales autónomas hereditarias (como la analgesia congénita, CIPA) hacen que los receptores del dolor dejen de funcionar correctamente y los pacientes pueden sufrir daños graves sin saberlo. Además, las condiciones relacionadas con la presión arterial alta, como la diabetes, también pueden causar una baja percepción del dolor, lo que se asocia con la neuropatía.
Por ejemplo, los pacientes CIPA pueden lesionarse accidentalmente debido a su incapacidad para percibir el dolor, lo que demuestra la importancia de la percepción del dolor para la vida y la supervivencia.
En nuestras vidas, la baja percepción del dolor no es solo un fenómeno fisiológico, sino que implica estrategias de supervivencia y un significado evolutivo más profundo. Ante una amenaza, nuestro cuerpo activa automáticamente este mecanismo de regulación del dolor para ayudarnos a superar las dificultades y, en algunos casos, incluso podemos perder la percepción del dolor. Esto nos hace preguntarnos ¿qué papel juega el dolor en nuestra supervivencia?