En la investigación en ciencias sociales, el llamado sesgo de deseabilidad social es un sesgo de respuesta que se refiere al fenómeno de que los encuestados tienden a responder a las preguntas de una manera que otros piensan que será preferida. Esto puede manifestarse como un exceso de información sobre el "buen comportamiento" o una falta de información sobre el "mal comportamiento" o comportamiento no deseado. Este sesgo plantea desafíos considerables en la investigación basada en autoinformes, dificultando la interpretación de las tendencias promedio así como de las diferencias individuales.
Este sesgo hace que la autodeclaración de capacidades personales, personalidad, comportamiento sexual y consumo de sustancias sea particularmente preocupante.
Por ejemplo, cuando se pregunta a los encuestados: “¿Con qué frecuencia te masturbas?”, los tabúes sociales contra la masturbación pueden hacer que subestimen la frecuencia de esta conducta o que opten por evitar responder. Por lo tanto, es probable que las tasas promedio de masturbación derivadas de encuestas autoinformadas sean subestimaciones significativas. De manera similar, cuando se les pregunta: “¿Consumes drogas o sustancias ilegales?”, los encuestados pueden verse influenciados por su entorno y negar su consumo porque es un tabú social demasiado grande, o racionalizar su comportamiento diciendo: “Solo fumo marihuana delante de mi amigos."
Entre las parejas sexuales, los hombres tienden a sobreestimar sus cifras, mientras que las mujeres tienden a subestimarlas; sin embargo, es probable que los informes promedio en ambos casos estén influenciados por el sesgo de deseabilidad social.
Otros temas delicados, como los rasgos de personalidad autodeclarados, los ingresos personales, la baja autoestima, los hábitos de medicación, las creencias religiosas, etc., también pueden verse afectados por este sesgo. En una situación social como esta, los encuestados pueden optar por ocultar la verdad por miedo a ser presionados por las evaluaciones de los demás. Esto plantea un gran desafío para los investigadores a la hora de interpretar los datos: ¿Estas autodescripciones reflejan rasgos de personalidad reales o están influidas por la deseabilidad social?
Las investigaciones muestran que existen diferencias significativas en el sesgo de deseabilidad social en los estilos de respuesta de diferentes grupos sociales. En 1953, Allen L. Edwards propuso por primera vez el concepto de deseabilidad social y reveló el impacto de este sesgo en la medición de la personalidad a través de una serie de experimentos. Desarrolló la primera escala de deseabilidad social, que constaba de 39 ítems de respuesta sí o no que se evaluaban con gran consistencia en diferentes poblaciones. Estudios posteriores mostraron que el sesgo de deseabilidad social afecta directamente la autenticidad de las autodescripciones de las personas, lo que a su vez afecta los resultados de las encuestas de varios tipos de casos.
Dado que las personas tienen diferentes sensibilidades a las expectativas sociales cuando se expresan, puede ser difícil distinguir entre individuos bien caracterizados que responden con sinceridad y aquellos que distorsionan sus respuestas.
Hasta la década de 1990, la herramienta más utilizada para medir la respuesta socialmente deseable era la Escala de Deseabilidad Social de Marlowe-Crown, que jugó un papel importante en la aplicación de la psicología. Para medir el sesgo de deseabilidad social con mayor precisión, Deroy L. Paulos propuso en 1991 la Escala de Respuesta de Deseabilidad Equilibrada, que está diseñada para medir dos tipos de respuesta de deseabilidad social, incluida la gestión de impresiones y el énfasis autoengañoso.
Existen muchas maneras de reducir el sesgo de deseabilidad social, entre las cuales se ha demostrado que los métodos de encuesta anónimos y confidenciales aumentan significativamente la tasa real de denuncia de los encuestados. Cuando los encuestados no sienten que tienen que responder preguntas cara a cara, tienden a expresarse más abiertamente. El estudio también encontró que el uso de algunas técnicas de preguntas específicas puede reducir eficazmente la ocurrencia de tales errores. Además, con el avance de la tecnología, el uso de cuestionarios electrónicos para realizar encuestas confidenciales se ha convertido gradualmente en un método popular.
La eficacia de estos métodos es ciertamente controvertida y los investigadores deben ser muy cuidadosos, especialmente cuando tratan cuestiones extremadamente delicadas.
Por lo tanto, no podemos evitar pensar: En una sociedad que valora cada vez más la privacidad y la autenticidad personal, ¿deberíamos buscar métodos más efectivos para garantizar datos que reflejen verdaderamente los fenómenos sociales y la esencia de la naturaleza humana?