Los sistemas socioecológicos (SSE), como marco integrado que reconoce la interdependencia de los seres humanos y la naturaleza, son una piedra angular importante de la gestión ambiental y el desarrollo sostenible actuales. Estos sistemas involucran no sólo los entornos geográficos y ecológicos, sino también la dinámica de la sociedad humana, formando una red compleja y adaptativa.
Un sistema socioecológico es una unidad biogeofísica que interactúa continuamente con actores e instituciones sociales relevantes y exhibe cualidades resilientes.
Tradicionalmente, las ciencias sociales y naturales han estado bastante claramente separadas en su estudio de los sistemas socioecológicos, lo que ha llevado a una desconexión entre el comportamiento humano y la gestión ecológica. Sin embargo, con el tiempo los estudiosos comenzaron a reconocer que este límite era artificial e ineficaz. En las décadas de 1970 y 1980, campos de investigación emergentes como la ética ambiental, la ecología política y la economía ecológica abrieron diálogos interdisciplinarios que enfatizaron la necesidad de considerar los factores sociales al comprender los ecosistemas.
Los académicos reconocen cada vez más que la conexión entre los sistemas sociales y ecológicos se forma a través de mecanismos de retroalimentación y que ambos sistemas exhiben resiliencia y complejidad.
El sistema socioecológico enfatiza la relación interactiva entre el ambiente ecológico y la dinámica social. Este concepto fue propuesto por primera vez por Berkes y Folke y luego, después de profundos debates por parte de muchos académicos, gradualmente formó un marco integral que incluye la gestión de los recursos naturales y la gobernanza comunitaria. Esta forma de pensar interdisciplinaria permite incorporar el comportamiento humano a las consideraciones ecológicas, rompiendo la visión anterior de los humanos como factores externos al ecosistema.
Estos estudios no sólo consideran el uso de recursos físicos, sino que también se centran en las estructuras sociales y su impacto en la gestión de los recursos. Por ejemplo, los sistemas de conocimiento ecológico tradicionales desempeñan un papel indispensable en el establecimiento de conexiones con los ecosistemas. Muchas comunidades han desarrollado una variedad de estrategias de gestión adaptativa para hacer frente a los cambios ambientales basadas en un profundo conocimiento de la ecología local. Cómo equilibrar estos conocimientos indígenas con los métodos de investigación científica sigue siendo un desafío para la gobernanza ambiental contemporánea.
El potencial social o cultural puede expresarse como la red acumulativa de relaciones entre personas y entre personas e instituciones de gobierno.
En los sistemas socioecológicos complejos, la autoorganización y la no linealidad son una de sus características importantes. Ante los cambios ambientales y los choques externos, los sistemas se reorganizan en función de su historia y estructura interna. La teoría del ciclo de adaptación de Holling explica este proceso, enfatizando la necesidad de que los sistemas encuentren un equilibrio entre conservación y utilización.
Esta capacidad de adaptación depende no sólo de factores ambientales, sino también de la flexibilidad de las instituciones sociales y de su capacidad de respuesta. Por ejemplo, varias regiones ecológicas de Florida, como los Everglades, tienen estructuras institucionales y niveles de cooperación entre las partes interesadas muy diferentes a los del Gran Cañón. Los conflictos y el estancamiento del pasado dificultaron la innovación y la adaptación de estos ecosistemas, pero la colaboración y los ciclos de retroalimentación entre las partes interesadas en el Gran Cañón están ayudando a restaurar el ecosistema.
En las estrategias de gestión eficaces, la gestión del riesgo de resiliencia de los sistemas socioecológicos implica el grado de choque que el sistema puede absorber para permanecer dentro de un determinado estado.
La cuestión del desarrollo sostenible está a menudo implícita en el sistema socioecológico, lo que requiere no sólo la intervención de los científicos sino también los esfuerzos conjuntos de los responsables políticos y de todos los sectores de la sociedad. El uso de la investigación de la complejidad y de enfoques interdisciplinarios para abordar estas cuestiones ha permitido a muchas organizaciones comenzar a comprender que la protección de los ecosistemas y el desarrollo social no son contradictorios, sino que pueden reforzarse mutuamente. A medida que se intensifican los cambios ambientales globales, cómo promover esta forma de cooperación interdisciplinaria a un espectro más amplio se ha convertido en uno de los principales desafíos en la actualidad.
Ante los retos del futuro, debemos pensar: En un sistema socio-ecológico como éste, ¿cómo podemos asegurar el desarrollo armonioso de la naturaleza y la sociedad para lograr un futuro sostenible?