La dermatosis calcificada, o arteriolopatía urémica calcificada (CUA), es un síndrome poco común pero fatal que a menudo ocurre en pacientes con enfermedad renal terminal. Se desconoce la causa de la enfermedad, pero se asocia con la calcificación de pequeños vasos sanguíneos, la formación de coágulos sanguíneos y la posterior muerte de las células de la piel. Debido al dolor intenso y las úlceras que causa, la calidad de vida de los pacientes se reduce considerablemente y el pronóstico es extremadamente malo. Muchos pacientes sobreviven menos de un año después del diagnóstico.
La incidencia de dermatosis calcificada es del 1 al 4% en pacientes en diálisis, y las consecuencias a largo plazo de sus consecuencias son preocupantes.
Los primeros síntomas de la dermatosis calcificada suelen ser la decoloración y dureza de la piel, seguidos del patrón característico de hematomas o venas varicosas. Cuando se produce una trombosis en el tejido, la úlcera se convierte en una costra negra que causa dolor, rara vez sana y es propensa a sufrir infecciones. Esta lesión cutánea suele presentarse en postura bilateral, más comúnmente en miembros inferiores, abdomen y nalgas.
Estas úlceras siempre van acompañadas de un gran dolor, lo que hace que los pacientes se enfrenten a un sufrimiento a largo plazo y a una posible infección sistémica.
En la actualidad, no existe una conclusión clara sobre la causa específica de la dermatosis calcificada. Los estudios creen que en pacientes con enfermedad renal terminal, los principales factores son el equilibrio anormal de calcio y fósforo y la deposición intravascular de calcio. Estos cambios pueden provocar la formación de trombos en los vasos sanguíneos pequeños, lo que provoca isquemia y necrosis tisular. Además de la enfermedad renal, ciertos fármacos como la warfarina también pueden inducir esta enfermedad.
Los factores de riesgo conocidos incluyen el sexo femenino, la obesidad, los productos con alto contenido de calcio y fósforo y el uso de ciertos medicamentos.
La base principal para diagnosticar las dermatosis calcificadas es la evaluación clínica. Las lesiones cutáneas características suelen ser úlceras de color azul púrpura o negras, y la calcificación arterial y la obstrucción del flujo sanguíneo pueden confirmarse mediante una biopsia de piel. Generalmente no se recomienda la biopsia por escisión para evitar agravar la ulceración y necrosis de la herida.
El tratamiento de las dermatosis calcificadas requiere un enfoque multidisciplinario, que incluya nefrólogos, cirujanos plásticos, dermatólogos y especialistas en el cuidado de heridas. El tratamiento se centra en el manejo del dolor y el cuidado de las heridas. Sin embargo, el manejo del dolor es particularmente desafiante en el tratamiento y a menudo requiere el uso de medicamentos como fentanilo y metadona para controlar los síntomas.
Se requieren medidas efectivas de cuidado de las heridas durante el tratamiento para evitar la aparición de infección, porque la infección secundaria se considera una de las posibles causas de muerte.
En general, el pronóstico clínico de las dermatosis calcificadas es malo y la tasa de mortalidad a 1 año en pacientes con enfermedad renal terminal puede llegar al 80%. Por tanto, fortalecer el conocimiento y el diagnóstico precoz de esta enfermedad es crucial para mejorar el pronóstico de los pacientes.
A medida que avanza la medicina, los investigadores buscan nuevos tratamientos, incluido el uso de medicamentos como el tiosulfato de sodio, los bifosfonatos y la vitamina K. Sin embargo, aún es necesario realizar más investigaciones clínicas para confirmar la eficacia de diversos tratamientos, y las estrategias de prevención efectivas merecen una mayor exploración.
Ante la enfermedad calcificada de la piel, el equipo médico necesita integrar recursos y brindar una atención integral. ¿Cómo podemos reducir aún más la incidencia de esta enfermedad mortal en pacientes en diálisis?