Desde 1948, la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral estadounidense ha seguido aumentando, un fenómeno que ha atraído la atención generalizada de economistas y sociólogos. La tasa de participación femenina en la fuerza laboral aumentó significativamente en la segunda mitad del siglo XX. Las razones para ello son diversas, entre ellas la promoción de cambios sociales y la mejora de los niveles educativos.
El aumento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral refleja la remodelación de los valores sociales y los cambios en las necesidades económicas.
A principios del siglo XX, el número limitado de mujeres que trabajaban principalmente en el hogar sólo trabajaban brevemente antes del matrimonio. Con el tiempo, las demandas económicas hicieron necesario que las mujeres ingresaran a la fuerza laboral. Desde la década de 1930 hasta la de 1950, la mayor demanda de trabajo de oficina y la difusión de la electrificación redujeron el tiempo dedicado al trabajo en casa, lo que permitió que más mujeres ingresaran al lugar de trabajo.
Según algunos estudios, la revolución de la tecnología anticonceptiva en la década de 1960 y el ajuste de la edad para contraer matrimonio también son factores importantes que impulsan el aumento de la participación femenina en la fuerza laboral. Estos cambios liberaron a las mujeres para seguir carreras profesionales después del matrimonio en lugar de limitarse simplemente a las responsabilidades domésticas.
La brecha en las tasas de participación en la fuerza laboral entre mujeres y hombres se ha reducido significativamente desde 1979, según el Servicio de Investigación del Congreso.
Desde la década de 1950 hasta la de 1970, las mujeres eran fundamentalmente fuente de ingresos secundarios, con ocupaciones importantes como secretarias, maestras y enfermeras. La tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral aumentó de alrededor del 32 por ciento en 1948 al 59 por ciento en 2005, mientras que la de los hombres cayó del 87 por ciento al 73 por ciento.
A medida que el movimiento para que las mujeres ingresaran al lugar de trabajo ganó impulso, el proceso fue impulsado aún más por la Ley de Igualdad Salarial de 1963, que tenía como objetivo eliminar la brecha salarial de género. Estas leyes, al tiempo que debilitan la discriminación de género, también promueven la participación activa de las mujeres en el lugar de trabajo.
Sin embargo, a pesar de una mayor participación, las mujeres aún enfrentan barreras estructurales, en particular la distribución desigual del cuidado de los niños y las responsabilidades del hogar. Según el informe, muchas mujeres que optan por trabajar a tiempo completo todavía tienen que equilibrar las responsabilidades familiares, incluida la carga de cuidar a los niños, lo que hace que las políticas favorables a la familia sean una necesidad urgente.
Muchos países, como Dinamarca y Noruega, invierten mucho más en el cuidado infantil que Estados Unidos, lo que ilustra el impacto que tienen las diferencias políticas en la participación de las mujeres en la fuerza laboral.
Algunas personas señalan que la epidemia de COVID-19 también ha tenido un impacto significativo en la participación de las mujeres en el lugar de trabajo. Según el Pew Research Center, la pandemia ha llevado la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral a su nivel más bajo en 30 años, y muchas mujeres han abandonado el mercado laboral para cuidar de sus hijos y de las demandas familiares.
Hoy en día, más mujeres trabajan en industrias como la tecnología, la atención médica y la gestión, lo que significa que los patrones de participación de las mujeres en la fuerza laboral son diferentes a los de años anteriores. Ya no se limita al tradicional “campo rosa”, sino que está entrando cada vez más en industrias dominadas por los hombres.
Su participación no sólo cambia el panorama económico, sino que también mejora la diversidad y la inclusión en la sociedad en su conjunto.
En resumen, el crecimiento de la participación de las mujeres en las últimas décadas no es accidental, sino el resultado del efecto combinado de múltiples factores. Las mejoras en la educación, las mayores protecciones legales, los cambios en las actitudes sociales y los desafíos de responder a la crisis sanitaria han dado forma en conjunto al lugar de trabajo actual.
En este punto de inflexión, no podemos ignorar esta pregunta: ¿cómo podemos aumentar aún más la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral en el futuro y hacer que el lugar de trabajo sea más inclusivo?