La boca, sin duda, juega un papel vital en el enorme proceso de la digestión. Esta pequeña abertura no sólo es el primer paso para que los alimentos entren en nuestro cuerpo, sino también el motor que pone en marcha el sistema digestivo. En el momento en que el alimento entra en contacto con la saliva a través de la boca, comienza el proceso de digestión.
Después de comer, los dientes de la boca comienzan a digerir mecánicamente los alimentos, lo que se denomina masticación. Masticar no consiste sólo en cortar los alimentos en trozos más pequeños, sino también en mezclarlos con la saliva. Las enzimas de la saliva, como la amilasa salival, inician la descomposición química inicial del almidón, un ejemplo de digestión química.
Según las investigaciones, masticar con más frecuencia por bocado puede mejorar las hormonas intestinales relacionadas y puede reducir el hambre y la ingesta de alimentos autoinformados.
Al mismo tiempo, otros componentes de la saliva, como el moco y los electrolitos, como el bicarbonato (HCO−3), proporcionan un entorno de pH ideal para que las enzimas trabajen eficazmente. Aproximadamente el 30% del almidón se hidroliza en disacáridos en la boca, durante lo cual el alimento se transforma en una masa esférica lisa llamada bolo.
Una vez finalizada la masticación, el pellet pasa a través del esófago hasta el estómago. En el estómago, el jugo gástrico comienza a digerir la proteína. El jugo gástrico está compuesto principalmente de ácido clorhídrico y pepsina. Aunque estos componentes pueden dañar la pared del estómago, la mucosidad y el bicarbonato pueden brindar protección y ayudar al estómago a resistir estos ácidos fuertes.
El movimiento mecánico de mezcla del estómago revuelve los alimentos a través de ondas peristálticas, mezclándolos aún más con las enzimas digestivas.
El sistema digestivo humano es un proceso complejo que incluye cuatro pasos básicos: ingestión, digestión mecánica y química, absorción y excreción. En la boca, los alimentos se predigieren mediante la secreción de saliva y enzimas digestivas. Durante todo el proceso de digestión, los alimentos pasan primero por la boca, luego por el estómago y luego ingresan al intestino delgado para su posterior digestión y absorción.
El intestino delgado es el principal sitio de absorción de la mayoría de los nutrientes y el proceso de digestión se vuelve más eficiente aquí. Las partes restantes de los alimentos seguirán fermentando en el intestino grueso, se absorberá agua y, finalmente, formarán desechos y se excretarán del cuerpo.
Cuando los alimentos entran al intestino delgado, se secreta una gran cantidad de enzimas digestivas y bilis, y varios nutrientes finalmente serán absorbidos aquí y restaurados al sistema sanguíneo.
Diferentes animales han desarrollado diferentes sistemas digestivos: algunas especies dependen de la digestión externa, mientras que la mayoría de los animales tienen sistemas digestivos internos más eficientes. Esto no sólo mejora la absorción de nutrientes, sino que también permite un control más efectivo del entorno químico. A medida que la evolución avanzó, los animales desarrollaron diversos órganos y comportamientos especializados para optimizar el proceso de digestión de los alimentos.
Por ejemplo, los picos de las aves han evolucionado específicamente para sus nichos ecológicos, de modo que pueden abrir eficazmente semillas duras. Además, la función de la lengua también es muy importante. Ayuda a posicionar y transformar los alimentos dentro de la boca, y los amasa en bolas para facilitar su transporte al esófago.
Ya sea la diversidad del reino animal o la forma única en que los humanos masticamos y digerimos los alimentos, el proceso de digestión de los alimentos es una operación inteligente. La primera reacción en la boca no es sólo la satisfacción de las necesidades básicas de supervivencia, sino también el resultado de la cooperación de un sistema biológico complejo.
No podemos evitar preguntarnos: ¿hay algún secreto sobre nuestro sistema digestivo que valga la pena explorar más a fondo?