Diálogo | 2019

La Ñusta de Tararunque

 

Abstract


tentes. Así mismo, el layqa hizo lo propio. Primero, realizó el pago a la tierra leyendo en la coca lo que ne\xad cesitaban saber. Luego sahumó el lugar con incienso y otras esencias. Había un sincretismo religioso que con\xad ciliaba la fe de los asistentes. Antes del banquete de costumbre, los asistentes entre hombres, mujeres y niños empezaron a limpiar la acequia con las herramientas que habían llevado. Cada uno hacía el trabajo que podía realizar. Los hom\xad bres chacchando su coca a una sola voz tiraban pico para sacar la champa y todas las malas yerbas que ha\xad bían crecido en la acequia durante un año. Algunos ni\xad ños colaboraban llevando todo lo que habían sacado a otros lugares. Algunas mujeres tocando sus tinyas can\xad taban sus harawis con temas alusivos al agua. Pero ha\xad bía otras que preparaban en grandes pailas un guiso de carne con chuño y otros potajes que se acostumbraba para esas ocasiones. De cuando en cuando brindaban con la chicha de maíz bien fermentada. Cantaron y bai\xad laron alegremente sin reparar que el día se acortaba. Lo único importante era hacer que el agua discu\xad rra libremente hasta llegar al pueblo y a las sementeras. Todo era alegría y al frío lo habían enterrado. Don José estaba feliz porque había sido elegido para celebrar la fiesta del agua el año siguiente. La noche se asomaba rápidamente y con ella la gente empezaba el descenso cantando y haciendo hurras. Algunos estaban un poco ebrios pero la alegría los unía. Por eso, estaban tan le\xad jos de imaginar que un día menos pensado esta comu\xad nión con la naturaleza, con las aves, plantas y sobre todo con el agua podría desaparecer. La sospecha de una explotación minera rondaba en el ambiente ya que en los pueblos vecinos estos tra\xad bajos ya habían empezado. Además, muy cerca al pue\xad blo estaba la mina de oro Luicho que al parecer en la colonia y en los primeros años de la república había sido explotada. Pero a comienzos del siglo XX la ha\xad bían abandonado, tal vez por las características tan ac\xad cidentadas, la altura (2.500 msnm) y la distancia para llegar al lugar. Cuando yo era niña veía pasar por el L gente estaba muy afanada preparando la su\xad bida hasta Tararunque. Una semana antes los cargontes venían preparando la chicha de maíz, ma\xad tando sus reses, horneando los panes y sobre todo los bizcochos y maicillos tan agradables que se prepara\xad ban solamente para ocasiones como ésta. Tenían todo lo necesario para iniciar los festejos de la celebración del ojo de agua de Tararunque y la de la Virgen de Lourdes quien presidía toda la fiesta. Llegó el primer domingo de agosto y como cada año, era el inicio de la celebración de la fiesta del agua. La gente estaba muy alborotada para empezar el viaje de la celebración. En esta ocasión, don Manuel era el Alférez de las fiestas de la Mamacha Lourdes y de la del puquio. Montó su caballo y, llevando en su regazo en una apa\xad cha la pequeña imagen de la Virgen, salió del pueblo seguido por varios ensillados. Mucha gente a pie tam\xad bién empezó a subir la cuesta empinada, que de un mo\xad mento a otro se la vio muy colorida por la vestimenta de la gente. A lo lejos las personas parecían mariposas de colores porque estaban y no estaban, cuando des\xad aparecían en las quebradas. Como de costumbre, casi a la mitad de la cuesta descansaron para brindar y cantar a la Virgen y a la vez a la Ñusta de Tararunque. Cuando llegaron a la cumbre de Sonquta, sintie\xad ron que los latidos de su corazón iban al compás de los harawis y qachwas. Faltaba un buen tramo para lle\xad gar a Tararunque que estaba aproximadamente a unos 5 mil msnm. Pese a que el día estaba iluminado, se sentía un frío gélido que congelaba el corazón, pero a punta de cañazos tomaron fuerzas para llegar hasta al ojo del agua. Ya ahí, respiraron a todo pulmón y reu\xad nidos todos se ubicaron alrededor del mismo ojo de agua para elevar sus plegarias tanto para la Virgen de Lourdes como para la Ñusta de Tararunque. La gente decía que dentro del puquio vivía una hermosa mujer que velaba el lugar. Si bien permitía que algunos ani\xad malitos del lugar merodeen no aceptaba que otras per\xad sonas lo profanasen. El cura bendijo a la Virgen de Lourdes, al ojo de agua Tararunque y a todos los asis\xad La Ñusta de Tararunque

Volume 22
Pages 172 - 176
DOI 10.1353/dlg.2019.0031
Language English
Journal Diálogo

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