Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa | 2021
Evaluación Docente y Mejora Profesional. Descubrir el Encanto de su Complicidad
Abstract
Currently, we are at an optimal and crucial moment, full of complexity and with great needs to progress and improve after the months of pandemic experienced after COVID-19. Although Spain is one of the countries in which teacher evaluation has barely been addressed, it should be moving towards a trend linked to teacher development, through self-evaluation processes. The raison d être of this article lies, through the arguments that we are going to present, in trying to awaken the complicity between teacher evaluation and its impact on both professional and personal improvement and development. Without a doubt, if teachers discovered the charm of doing a quality teacher evaluation, it would lead them to practice it because it would help them improve their practice and, ultimately, improve the learning processes of students, which is what, truly, we should be concerned as education professionals. Therefore, the previous reflections will be influenced to awaken the complicity between the teacher evaluation and the professional improvement, the pillars on which it has to be based and the self-evaluation itinerary for its implementation will be described. *Contacto: [email protected] ISSN: 1989-0397 https://revistas.uam.es/riee Recibido: 21 de agosto 2020 1a Evaluación: 3 de noviembre 2020 2a Evaluación: 15 de diciembre 2020 Aceptado: 22 de diciembre 2020 CÓMO CITAR: Calatayud, A. (2021). Evaluación docente y mejora profesional. Descubrir el encanto de su complicidad. Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 14(1), 87-100. https://doi.org/10.15366/riee2021.14.1.005 REVISTA IBEROAMERICANA DE EVALUACIÓN EDUCATIVA M. A. Calatayud Salom 88 Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 2021, 14(1), 87-100 1. Introducción A estas alturas del siglo XXI en el que nos encontramos nadie duda porque así lo avalan tanto las investigaciones como los informes internacionales recientes como, por ejemplo, PISA, TIMMS, PIRLS, TALIS, etc. que el factor más importante para la calidad de la enseñanza es la calidad del profesorado. Calidad que no puede existir sin mecanismos de evaluación. Este binomio entre evaluación y desarrollo profesional es indisociable. A pesar de su relevancia existe una gran reticencia entre el profesorado en su puesta en marcha. Algunas de las preguntas que nos cuestionamos inciden en: ¿por qué existe entre el profesorado una alergia hacia la evaluación docente?, ¿cuáles son las razones que inundan esta cultura de aversión y rechazo hacia la evaluación?, ¿por qué no entienden el valor formativo y de mejora que tiene?, etc. Ahora bien, la evaluación docente no es la panacea ante todos los desafíos con los que se enfrentan los sistemas educativos. Si bien como señala Jornet (2019), “un nuevo modelo de escuela es posible, pero para llegar a él hay que aclarar previamente en qué sociedad vivimos y cómo queremos vivir los próximos años, al menos” (p. 4), también es cierto que, a continuación de estas palabras, se añadiría que, necesariamente, hay que apostar por evaluar la escuela que tenemos en estos momentos para comprender sus fortalezas y debilidades que faciliten radiografiar la escuela que queremos en el escenario actual y, lo más importante, qué hacer y cómo para llegar a alcanzar este ideal. Como docentes, es nuestra obligación reflexionar qué sociedad queremos y diseñar evaluaciones que sean coherentes con esa sociedad (Murillo e Hidalgo, 2015). Indudablemente, no es posible mejorar sin evaluar y, por lo tanto, es evidente que la evaluación del docente ha de estar presente en la mejora de los centros educativos, porque ella en si misma garantía de aprendizaje, diálogo, comprensión, mejora y desarrollo profesional y personal. De ahí, su exigencia y necesidad en aras a su complicidad con el cambio e innovación. Estamos de acuerdo con Murillo e Hidalgo (2016) en que es posible una evaluación docente diferente, una evaluación que contribuya a que los profesores y profesoras trabajen para construir otro sistema educativo que ayude a una sociedad mejor y, por supuesto, como se justificará, posteriormente, esto pasa por impulsar una reflexión profunda de la práctica docente. 2. Reflexiones previas para despertar la complicidad entre la evaluación docente y la mejora profesional La evaluación docente es, quizás, unos de los pilares del sistema educativo que más reflexión y discusión requiere para lograr un consenso mínimo y suficiente que permita al sistema avanzar hacia la mejora profesional. Pero, antes de embaucarse en ella, el profesorado debería de reflexionar sobre cinco cuestiones que consideramos que son, especialmente, relevantes: 2.1. La Primera Reflexión se centraría en aspectos que tienen que ver con la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes El profesorado está acostumbrado a evaluar al estudiante, exclusivamente, y sobre esa cultura evaluativa fundamenta su quehacer profesional y el sentido que le da a la educación, la enseñanza, el aprendizaje, etc. Es importante que nos preguntemos sobre cuestiones que tienen que ver con: ¿cómo realizamos el proceso de evaluación a nuestros estudiantes?, ¿qué sentido tiene la evaluación?, ¿qué funciones presenta?, ¿a quién sirve?, etc. Las posibles respuestas determinarán el sentido y funcionalidad que para nosotros tiene la evaluación de la práctica docente. Premisas que se podrían sistematizar en la siguiente frase: “Dime cómo evalúas a tus estudiantes y te diré que concepción tienes de la enseñanza y de la evaluación de la docencia”. A este respecto quisiera señalar que, tradicionalmente, la evaluación educativa se ha considerado un hecho puntual en el proceso de enseñanza, con la finalidad última de certificar, a través de una calificación, el nivel de aprendizaje alcanzado por los estudiantes. La evaluación se ha equiparado a conceptos como medición, clasificación, calificación, etc. (Calatayud, 2000, 2007). Funciones que ya no representan las acciones primordiales a las que ha de servir la evaluación. En la actualidad, el énfasis se encuentra en el M. A. Calatayud Salom 89 Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 2021, 14(1), 87-100 aprendizaje de los alumnos y en la evaluación como una valiosa herramienta capaz de dar respuesta a las necesidades de las distintas personas implicadas en el proceso educativo y de ofrecer una información detallada sobre su desarrollo. En este sentido, la evaluación se sitúa al servicio del aprendizaje, dado que éste es el mejor modo de ayudar a los estudiantes a aprender y a ser capaces de valorar el propio progreso académico y el desarrollo de sus capacidades personales. Para ello, la evaluación ha de dejar de representar una acción al margen del proceso educativo para convertirse en una situación habitual en la actividad escolar, en un elemento verdaderamente integrado en el proceso de enseñanza y aprendizaje. (Calatayud, 2019). 2.2. Segunda Reflexión: ¿Por qué creemos que es necesario evaluar la práctica del profesor/a? ¿Cuáles son las razones que emergen para la cristalización de la evaluación docente? Si no se está convencido/a de que la evaluación nos va a ayudar a mejorar, a detectar los puntos fuertes o débiles de nuestra actuación, nos va a hacer crecer profesional y personalmente, vale más que no la realicemos. Estamos convencidos y convencidas y, además, así nos lo ha demostrado nuestra experiencia profesional que si la evaluación no nace de una necesidad intrínseca del propio docente difícilmente puede ayudarle a mejorar. La característica más importante que hace del docente un buen profesional es su capacidad para reflexionar sobre su propia práctica y, así, poder desarrollar estrategias para la mejora de su actuación. En este sentido es relevante destacar las palabras célebres de Einstein al señalar que lo que enseña no es la experiencia sino lo que, verdaderamente, enseña es la reflexión sobre ella. Por tanto, apostamos como señalan Méndez-Núñez y Murillo (2017) por la consideración del docente como un intelectual crítico y transformativo que reflexiona, aprende, diseña, construye y actúa con otros colegas y con los y las estudiantes para la mejora de la práctica docente. Indiscutiblemente para mejorar la docencia es necesario evaluarla. Puesto que evaluar significa ser consciente de la realidad para transformarla en una mejora común. Pero realmente, ¿cuáles pueden ser las razones emergentes para la cristalización de la evaluación docente, en el escenario actual? En estos momentos, todas las direcciones apuntan hacia la evaluación del profesorado otra cuestión es como señala Bolívar (2009) cómo hacerlo en formas que motiven a los que ya lo hacen bien y, a la vez, contribuyan a mejorar aquellos centros y docentes que consiguen bajos niveles en su alumnado. En este sentido, nos encontramos con el dilema tantas veces planteado de “actuar por presión externa (control de resultados) o por compromiso e implicación interna (autoevaluación)” (p. 5). Existen numerosos condicionantes acerca de las razones que, en la actualidad, están emergiendo con respecto a la evaluación. Para Bolívar (2009) muchas de estas razones se dirigen hacia dos escenarios diferenciados pero muy relacionados entre ellos: a) el incremento de la presión externa (descentralización y responsabilización de las escuelas, evaluaciones externas, orientación mercantil y competencia para conseguir alumnos, objetivos de la Unión Europea, etc.) y b) se reconoce que las escuelas y su profesorado tienen un grado de responsabilidad en el aprendizaje de los estudiantes, aun cuando haya otros factores asociados (gasto en educación, recursos disponibles, contexto sociocultural, etc.). Tomando en consideración las aportaciones de Manso (2019), Jornet (2019), Murillo e Hidalgo (2016), Bolivar (2009), Kellegan, Stufflebeam y Wingate (2003), Pearlman y Tannenbaum (2003), Hernández y Sarramona (2002), Mateo (2000), See Murray (1997), Aylett y Gregory (1996), Seldin y Associates (1995), Nevo (1994), Villa y Morales (1993) Haertel (1991) y