Pedagogía Social: Revista Interuniversitaria | 2019

Esferas confluentes: consideraciones reflexivas sobre la Pedagogía Social y la Atención y Educación para la Primera Infancia

 

Abstract


Pedagogía Social y Atención y Educación para la Primera Infancia [AEPI] son esferas que, si bien no están separadas del todo, entre ambas parece haber una distancia de sentido más o menos considerable. Sin embargo, esta distancia es aparente. No sólo tienen mucho en común, sino que la segunda no puede realizarse cabalmente si no se asumen los más de los principios definitorios de la primera. Tal como afirman Úcar y Bertran (2017), la pedagogía social y la AEPI confluyen en el interés por las poblaciones vulnerables. En este sentido, asumen como valores excelsos la democracia participativa y la justicia social. Además, se hallan en disposición positiva para la acción concreta en pro de la resolución integral de las problemáticas que afectan la vida cotidiana de las comunidades. Entonces, tanto la pedagogía social como la AEPI coinciden en que, si hay que procurar una sociedad justa, democrática y participativa, todos debemos ser tomados en cuenta, no cuando oficialmente la ley dice que podemos, sino desde el momento mismo en que llegamos al mundo. En efecto, el aprendizaje se activa visiblemente cuando nacemos. Digo “visiblemente” porque no pocos estudios sugieren que incluso antes de nacer ya aprendemos, tal como lo ha documentado exhaustivamente Murphy Paul (2011). De allí que desde el nacimiento requerimos cuidado y educación. Para ello, es necesario que las familias, las comunidades y las instituciones, concertadamente, favorezcan y pongan en acto ambos procesos, pero lo hagan, como ya he dicho, con arreglo a la equidad social. Organizaciones de referencia mundial como la UNESCO, la UNICEF, la ONU, la OEI, la OCDE y el Banco Mundial, han sido clave a la hora de difundir y promover la AEPI, y lo han hecho a través de encuentros cumbres y acuerdos transnacionales, es decir, a nivel de toma decisiones. Esto que se dice rápidamente, ha requerido un esfuerzo de años y la superación de construcciones socio-históricas producidas por distintas sociedades. De hecho, la infancia no siempre ha sido considerada tal como la consideramos hoy en día. Los adultos y sus instituciones han elaborado y naturalizado las modalidades de relación con niñas y niños, y esas modalidades relacionales a su vez han marcado la pauta para definir políticas públicas y para diseñar e implementar programas dirigidos a la primera infancia. Hubo un tiempo en que las niñas y los niños, así como el trato que recibían, pertenecían a la esfera privada. Ese trato era administrado por y respondía al arbitrio de cada familia (cuando la había). Incluso, no sería un despropósito afirmar que padres y madres trataban a sus hijos e hijas como objetos de su propiedad, como entidades indefensas y absolutamente dependientes. Esta concepción ha cambiado sustancialmente. La familia ahora es una configuración social de interés público y no se la considera como un un factor puramente subsidiario, sino como una entidad compleja, diversa y variable que debe apuntalar el desarrollo integral de las niñas y los niños y crea las condiciones idóneas para que esto suceda. Tal como afirman Losada, De Angulo, De Angulo y Palmer (2013), la arquitectura cerebral de las niñas y

Volume None
Pages 9-12
DOI 10.7179/PSRI_2019.33.00
Language English
Journal Pedagogía Social: Revista Interuniversitaria

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