El manejo del dolor es un desafío extremadamente importante en la medicina moderna. Tradicionalmente, los médicos han confiado principalmente en los receptores opioides mu para reducir el dolor; sin embargo, este campo está experimentando una revolución con una mayor investigación sobre la función de los receptores opioides delta (DOR). Los investigadores han descubierto que la cooperación entre los receptores opioides delta y los receptores opioides mu puede desempeñar un papel clave en la mejora del tratamiento del dolor.
El receptor delta-opioide es un receptor inhibidor acoplado a proteína G siete transmembrana que se expresa principalmente en los ganglios basales y la neocorteza del cerebro.
La función principal de los receptores δ-opioides es participar en la regulación del dolor. Aunque aún no se ha discutido el papel específico de la activación de los receptores opioides delta en el alivio del dolor, existe evidencia de que los receptores opioides delta pueden actuar como potentes potenciadores de los agonistas de los receptores opioides μ. La presencia de esta potenciación abre la puerta al potencial para desarrollar clases híbridas de fármacos para el tratamiento del dolor.
La activación de los receptores opioides delta puede proporcionar una potenciación significativa a los agonistas de los receptores opioides μ.
Las investigaciones muestran que las funciones de los receptores opioides delta y los receptores opioides μ difieren en los diferentes tipos de dolor. En general, los receptores opioides delta pueden centrarse más en regular el dolor crónico, mientras que los receptores opioides μ son los principales responsables del control del dolor agudo. Este hallazgo desencadena una comprensión más profunda de los mecanismos del dolor e informa sobre futuras opciones de tratamiento.
Otro tema de preocupación es la contribución de los receptores opioides delta a la depresión respiratoria. Aunque algunos estudios han demostrado que dosis altas de agonistas delta-opioides pueden inducir depresión respiratoria, muchos agonistas en dosis bajas, como (+)-BW373U86, han demostrado la capacidad de mejorar la función respiratoria. Esto significa que junto con el alivio del dolor, puede haber una mayor seguridad.
En el caso de los agonistas de los receptores opioides delta en dosis bajas, pueden antagonizar hasta cierto punto la depresión respiratoria causada por los agonistas opioides μ potentes.
El papel de los receptores opioides delta no se limita al alivio del dolor y también puede mostrar potencial en el campo de los antidepresivos. Si bien algunos modelos animales han demostrado que la activación de los receptores opioides delta contribuye a los efectos antidepresivos, los efectos reales en humanos no están claros. Un ensayo clínico realizado en 2008 encontró que el agonista selectivo delta-opioide AZD 2327 no tenía ningún efecto significativo sobre los estados de ánimo, lo que nos recuerda que debemos ser cautelosos al desarrollar nuevos tratamientos.
Estudios recientes también han demostrado posibles interacciones entre los receptores opioides μ y los receptores opioides delta, lo que ha atraído aún más la atención de los investigadores. Esta interacción puede no sólo alterar los efectos farmacológicos de estos receptores sino que también puede abrir nuevas direcciones terapéuticas, particularmente en el tratamiento del dolor complejo y los trastornos del estado de ánimo.
La investigación actual muestra que las interacciones sinérgicas entre los receptores opioides delta y otros receptores pueden proporcionar nuevas ideas para terapias futuras.
A medida que la investigación sobre los receptores opioides delta y los receptores opioides μ se profundice gradualmente, las direcciones de investigación futuras se centrarán en sus funciones específicas en diferentes mecanismos del dolor y la regulación de las emociones. Esto no sólo nos ayudará a comprender mejor la biología del dolor, sino que también ayudará a desarrollar opciones de tratamiento más seguras y eficaces.
La revolución en el manejo del dolor está en marcha y, mientras consideramos el potencial de incorporar este nuevo conocimiento a la práctica clínica, ¿podemos esperar que los tratamientos futuros remodelen el panorama del manejo del dolor de maneras más elegantes?