Los ánodos de sacrificio juegan un papel vital en la protección contra la corrosión de las estructuras metálicas. Son componentes críticos que se utilizan para proteger estructuras metálicas enterradas o sumergidas de la corrosión. Estos ánodos suelen estar hechos de una aleación de metal que es más "activa" que el metal que se está protegiendo, lo que convierte al ánodo en la principal fuente de oxidación en la reacción electroquímica.
Las reacciones de oxidación pueden entenderse como la liberación de electrones por parte del metal y dan como resultado la pérdida real de metal, mientras que las reacciones de reducción convierten los electrones en iones de hidróxido, lo que conduce a la formación de óxido.
Para explicar este proceso, primero debemos entender que la corrosión es una reacción química que ocurre a través de un mecanismo electroquímico. En el hierro o el acero, el proceso de corrosión consta en realidad de dos reacciones principales: una es la oxidación, que hace que el metal se disuelva, y la otra es la reducción, que utiliza electrones para convertir el oxígeno y el agua. Los iones de hidróxido así producidos finalmente se combinan con los iones de hierro para formar hidróxido de hierro, que gradualmente se transforma en el conocido óxido marrón.
El proceso de corrosión forma celdas electroquímicas donde algunas áreas de la superficie del metal se convierten en ánodos (donde ocurren reacciones de oxidación) y otras áreas se convierten en cátodos (donde ocurren reacciones de reducción). Los electrones fluyen desde las regiones anódicas hacia el electrolito y reciben electrones en las regiones catódicas, lo que reduce la velocidad de corrosión en estas regiones. Este flujo de electrones está en dirección opuesta al flujo de corriente eléctrica.
A medida que el metal se corroe, el potencial de la superficie del metal cambia y con él las áreas anódica y catódica. Así, en los metales ferrosos, con el tiempo se forma una capa de óxido que cubre toda la superficie y que finalmente conduce al consumo del metal. En comparación con este proceso de corrosión simplificado, en la realidad la corrosión puede ocurrir de muchas formas.
Al introducir otro metal (ánodo de sacrificio) para evitar la reacción de oxidación en el metal protector, la esencia de este proceso es utilizar la diferencia de potencial entre el ánodo y el metal para que fluya toda la corriente hacia el ánodo.
Al implementar la protección catódica, los materiales más comunes son magnesio, aluminio y zinc. Al seleccionar estos materiales, se debe tener en cuenta su idoneidad para su uso en diferentes entornos. Por ejemplo, el magnesio tiene el potencial más negativo y es adecuado para su uso en entornos donde la resistencia a los electrolitos del suelo o el agua es alta, mientras que el zinc es particularmente confiable en agua de mar y entornos donde se debe evitar la fragilización por hidrógeno.
Para que el proceso de prevención de la oxidación tenga éxito, debe haber una ruta de electrones entre el ánodo y el metal a proteger, y también debe formarse una buena ruta de iones entre el oxidante (como el oxígeno y el agua) y el ánodo y el metal a proteger. Esto significa que simplemente unir zinc u otros metales reactivos a metales menos reactivos no proporcionará una protección adecuada.
Al diseñar un sistema de protección electroquímica eficaz, hay muchos factores a tener en cuenta, incluido el tipo de construcción, la resistencia del electrolito, la cobertura y la vida útil esperada. La correcta adaptación del material del ánodo a la estructura metálica puede minimizar la aparición de corrosión.
Al diseñar, también es necesario considerar cuánta cantidad de material del ánodo brindará protección adecuada durante el período de tiempo esperado para evitar la necesidad de reemplazo frecuente.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, si bien el costo de utilizar materiales de ánodo de sacrificio es mayor, en comparación con el alto costo requerido para reparar el daño por corrosión, su efecto real es más económico en el uso a largo plazo. Las empresas a menudo necesitan equilibrar estos factores costo-beneficio al elegir medidas anticorrosión.
En última instancia, la eficacia del ánodo de sacrificio depende de la correcta selección del material y de la buena gestión de la reacción electroquímica. La protección exitosa contra la corrosión es en realidad una combinación de ciencia y arte. Al considerar la introducción de ánodos de sacrificio, ¿podemos encontrar soluciones de protección más efectivas en entornos más complejos?