Con el avance continuo de la tecnología industrial, la aplicación de materiales metálicos se está generalizando cada vez más, pero al mismo tiempo, la corrosión del metal también se ha convertido en un dolor de cabeza. Las estructuras metálicas, especialmente aquellas que están enterradas o sumergidas en agua, enfrentan numerosos desafíos del medio ambiente. Para solucionar este problema, se ha introducido el principio de la electroquímica en la protección de metales, utilizando una tecnología denominada "ánodo de sacrificio" o "sistema de protección de ánodo electroquímico" para resistir la corrosión del metal.
La función principal del ánodo de sacrificio es que su diferencia de potencial es baja, lo que lo impulsa a sufrir primero una reacción de oxidación para proteger la estructura metálica más importante.
¿Qué es un ánodo de sacrificio? En definitiva, se trata de un ánodo compuesto por materiales metálicos como zinc, aluminio o magnesio. Cuando estos ánodos entren en contacto con la estructura metálica que se desea proteger, el ánodo se oxidará selectivamente debido a la diferencia de potencial, evitando así que se rompa. estructura metálica contra daños por corrosión.
Antes de sumergirnos en los sistemas de protección, primero debemos comprender la electroquímica de la corrosión en sí. Un proceso de reacción electroquímica adversa simple se puede dividir en reacciones de oxidación y reducción. Cuando un metal como el hierro o el acero se oxida, se liberan electrones, que luego ingresan al electrolito y se combinan con moléculas de oxígeno o agua para formar iones de hidróxido, que a su vez se combinan con iones de hierro ferroso para formar hidróxido de hierro, el conocido óxido.
Al introducir un ánodo metálico de mayor potencial, la estructura a proteger se convierte en cátodo, impidiendo eficazmente que se produzca la reacción de oxidación.
A medida que el metal continúa corroyéndose, la corriente eléctrica fluirá desde la región del ánodo al electrolito, mientras que cargas negativas fluirán desde el electrolito a la región del cátodo. Este flujo de electrones ralentiza la velocidad de corrosión, extendiendo así la vida útil de la estructura metálica.
Al diseñar un sistema de protección de ánodo, es fundamental seleccionar el material de ánodo adecuado. Hay tres tipos principales de materiales anódicos comúnmente utilizados: zinc, aluminio y magnesio. Cada uno de estos tres metales tiene sus propias ventajas y desventajas. El zinc se usa ampliamente en ambientes de agua de mar, pero su efectividad a altas temperaturas es limitada y existe el riesgo de formar una capa de óxido pasiva. El aluminio tiene una capacitancia alta, pero cuando la concentración de cloruro es demasiado baja, es fácil formar pasivación, lo que resulta en un efecto protector debilitado.
Cada material de ánodo se selecciona en función de sus características y las necesidades específicas del entorno.
Debido a su potencial más negativo, el magnesio es más adecuado para su uso en entornos con mayor resistividad del suelo o del agua, a menudo en equipos como tuberías terrestres y calentadores de agua. Sin embargo, el potencial excesivamente negativo del magnesio puede provocar fragilidad por hidrógeno, por lo que en algunos casos puede ser necesario considerar el uso de un ánodo de zinc en su lugar.
Para diseñar un sistema de protección de ánodo eficaz, además de comprender las características ambientales, también es necesario considerar el tipo y el volumen de la estructura, calcular correctamente la calidad requerida del material del ánodo y cómo configurar razonablemente el ánodo para lograr el objetivo. mejor efecto de protección. Esto asegura que el ánodo pueda proporcionar continuamente suficiente corriente para proteger toda la estructura metálica.
El cálculo de la calidad del ánodo implica múltiples parámetros, incluida la forma del ánodo, su vida útil y su factor de utilización.
Por ejemplo, para una tubería de diez kilómetros de largo, es necesario distribuir diez ánodos uniformemente para proporcionar la cantidad necesaria de corriente de manera más eficiente.
La ventaja de este método de protección es que no requiere una fuente de alimentación externa, es relativamente fácil de instalar y requiere un monitoreo menos frecuente para el mantenimiento. Sin embargo, debido a su naturaleza de autoagotamiento, a bajas densidades de corriente, cuando la calidad del ánodo es insuficiente, puede resultar una protección insuficiente. Por el contrario, a medida que aumenta la demanda del mercado de diversas estructuras metálicas, también es necesario considerar cuidadosamente la rentabilidad de este método.
Si bien un sistema de protección de ánodo puede ser más costoso a corto plazo, el ahorro en costos de mantenimiento y reparación al prevenir la corrosión será aún mayor a largo plazo.
En cualquier caso, la operación e implementación de un sistema de protección de ánodo requiere la experiencia correspondiente para garantizar que alcance su máxima efectividad en condiciones ambientales fijas.
La tecnología de utilizar diferencias de potencial para proteger estructuras metálicas sin duda ha mostrado excelentes resultados en muchas industrias. Sin embargo, a medida que la tecnología evolucione, ¿seguirá este sistema adaptándose a nuevos desafíos y necesidades en el futuro?