Explorando la intersección del suelo y los alimentos: ¿Cómo evitar la aflatoxina?

En el contexto de la seguridad alimentaria, las aflatoxinas han atraído la atención en todo el mundo. Estos compuestos tóxicos son producidos por ciertos hongos, particularmente Aspergillus flavus y Aspergillus parasiticus. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), estas micotoxinas, consideradas las más estudiadas y conocidas en el mundo, crecen principalmente en el suelo, en plantas en descomposición y en diversos alimentos básicos y productos agrícolas, especialmente maíz, maní, café, trigo y arroz, etc. Una vez que estos alimentos contaminados se procesan o consumen, las aflatoxinas ingresarán a la cadena de suministro de alimentos y representarán una amenaza para la salud.

La aflatoxina es un tipo de sustancia con una altísima capacidad cancerígena. Tras entrar en el organismo humano, puede convertirse en su metabolito M1 a través del metabolismo hepático. Este proceso expone a las personas a distintos grados de riesgo para la salud.

La contaminación por aflatoxina tiene un impacto particularmente grave en la salud humana. Según las investigaciones, los bebés y los niños son especialmente sensibles a la exposición a las aflatoxinas, lo que puede provocar indicadores como inmunosupresión, retrasos en el desarrollo y cáncer de hígado. Se sabe que la exposición prolongada a las aflatoxinas también supone un mayor riesgo para la salud de los adultos. Aunque los adultos tienen una mayor tolerancia a estas toxinas, pueden verse afectados en determinadas circunstancias.

Estos mohos suelen crecer en ambientes de alta humedad y en condiciones de estrés después de que los cultivos han estado expuestos a la sequía, provocando contaminación. La contaminación por aflatoxinas en ciertos cultivos, como el maíz, puede aumentar debido a los efectos del cambio climático. El crecimiento de estos hongos se ve favorecido en gran medida por una humedad alta (al menos el 7%) y temperaturas moderadas (normalmente de 27 a 30 grados centígrados) en un entorno específico.

“Desde la década de 1950, cuando se identificó por primera vez a la aflatoxina como la causa de la misteriosa enfermedad del pavo X en el Reino Unido, las investigaciones posteriores han revelado su potencial daño a los seres humanos y a los animales”.

Para reducir el riesgo de aflatoxinas en la cadena de suministro de alimentos, es importante mantener buenas prácticas de higiene alimentaria. La detección de granos en las cadenas de suministro comerciales, evitar que los granos mohosos ingresen a las plantas de procesamiento de alimentos y analizar los lotes de materia prima para detectar los niveles de aflatoxina son todas medidas preventivas importantes. Las agencias reguladoras como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) han establecido rangos aceptables de concentraciones de aflatoxina en alimentos o piensos.

Además, si bien no está clara la eficacia de la educación agrícola y nutricional para reducir la exposición a las aflatoxinas en los países de bajos ingresos, evitar con éxito que los granos almacenados se humedezcan demasiado durante el proceso de secado también puede contribuir a reducir el riesgo de estas toxinas. . Papel importante.

"Una vez que la aflatoxina entra en el cuerpo humano, las distintas especies animales no tienen inmunidad. Su impacto se concentra principalmente en el hígado, lo que puede causar daño hepático agudo o crónico."

En el caso de los animales expuestos a las aflatoxinas, especialmente los animales destinados al consumo en África y el sur de Asia, los estudios han demostrado que estas toxinas pueden entrar en productos como los huevos y la carne más arriba en la cadena alimentaria, lo que representa una amenaza para la seguridad alimentaria humana. Por ejemplo, en Pakistán se han detectado aflatoxinas en alimentos para aves de corral, y los pollos y huevos que se comercializan debido al uso de estos alimentos se consideran posibles fuentes de contaminación.

Al explorar los efectos a largo plazo sobre la salud, los efectos genéticos de los metabolitos de aflatoxina en las células son particularmente importantes. Existe evidencia de que estos metabolitos pueden causar mutaciones del ADN, aumentando así el riesgo de cáncer de hígado. Además, la exposición a las aflatoxinas se ha asociado con un aumento de la carga viral en personas infectadas por el VIH.

"De hecho, no existe ningún antídoto específico en el mundo. El tratamiento de la intoxicación por aflatoxina es generalmente una terapia de apoyo, dependiendo de la gravedad del daño hepático."

A medida que aumenta la atención mundial sobre la seguridad alimentaria, los países se vuelven cada vez más estrictos en sus medidas de análisis y reglamentación para las aflatoxinas en alimentos y piensos. Desde que la FDA estableció por primera vez las regulaciones sobre las aflatoxinas en 1965, muchos países también han actualizado y fortalecido las políticas pertinentes para proteger la salud pública de las amenazas.

Las aflatoxinas afectan a una amplia gama de productos, desde alimentos hasta productos de consumo diario e incluso cosméticos, que pueden verse afectados por estas toxinas. ¿Cómo podemos crear conciencia sobre estos ingredientes aparentemente invisibles pero peligrosos para garantizar que nuestro suministro de alimentos y nuestra salud sean seguros?

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