En biología, un tejido es un grupo de células similares y su matriz extracelular que comparten un origen embrionario común y trabajan juntas para realizar una función específica. Los tejidos se encuentran en el nivel de organización biológica entre las células y los órganos completos. Por lo tanto, los órganos están compuestos por un conjunto de múltiples tejidos funcionales. Incluso las estructuras celulares más básicas pueden combinarse cíclicamente en organismos más complejos, lo que constituye un mecanismo importante en la evolución de la vida.
La palabra "tejido" proviene del francés "tissu", que significa "tejer".
En la anatomía vegetal, los tejidos suelen dividirse en tres sistemas: epidermis, tejido basal y tejido vascular. La epidermis son las células que forman la superficie de las hojas y las plantas jóvenes. Los principales componentes del tejido vascular son el xilema y el floema, que transportan líquidos y nutrientes dentro de la planta. Los tejidos basales producen principalmente nutrientes, participan en la fotosíntesis y almacenan nutrientes de reserva.
Los meristemos están constituidos por células que se dividen activamente y que son las que le dan a la planta su crecimiento en longitud y grosor. El crecimiento principal de una planta ocurre solo en unas pocas áreas específicas, como las puntas de los tallos o las raíces. Dentro de estas regiones están presentes los meristemos. Las células del meristemo tienen forma aproximadamente esférica, poliédrica o rectangular, con paredes celulares delgadas.
El tejido permanente es un grupo de células vivas o no vivas formadas por meristemos que han perdido la capacidad de dividirse y están fijadas permanentemente en un lugar específico del cuerpo de la planta. Los meristemos se diferencian en diferentes tipos de tejidos permanentes, un proceso llamado diferenciación celular.
Para las plantas, los tejidos permanentes generalmente se dividen en tejidos permanentes simples y tejidos permanentes compuestos.
El tejido epitelial está compuesto por células que cubren la superficie de los órganos. Estas células forman una barrera selectivamente permeable a través de uniones estrechas y su importancia en la protección de los órganos no puede subestimarse. El tejido epitelial también participa en funciones como la secreción y la absorción.
El tejido conectivo está formado por células vivas y una matriz de células no vivas. La matriz puede ser fluida o rígida y proporciona forma a los órganos y los mantiene en su lugar. Algunos ejemplos de tejido conectivo son la sangre, los huesos y la grasa.
Para el tejido muscular, genera fuerza a través de la contracción, ya sea un movimiento externo o un movimiento interno del órgano. Los principales tipos de músculo son el músculo liso, el músculo esquelético y el músculo cardíaco, cada uno con su función y estructura específicas.
El tejido nervioso es un componente importante del sistema nervioso central y del sistema nervioso periférico, responsable de la transmisión y el procesamiento de la información. La existencia de estos tejidos permite a los animales responder rápidamente a los cambios del entorno externo.
Las células se transforman en tejidos y los tejidos forman órganos. Este proceso de construcción paso a paso permite que la vida evolucione desde una sola célula hasta un organismo complejo, lo cual es asombroso.
Los tejidos biológicos compuestos de vitaminas y minerales encarnan la sabiduría de las plantas y los animales al adaptarse al medio ambiente.
Esta escalera de la vida nos hace preguntarnos: cuando contemplamos hoy las maravillas de la naturaleza, ¿qué nuevos tejidos y órganos surgirán mañana para adaptarse al entorno en constante cambio?