A finales del siglo XIX, el químico francés Louis Pasteur desarrolló con éxito la primera vacuna eficaz contra el ántrax. Este logro no solo cambió la historia de las vacunas, sino que también tuvo un impacto revolucionario en la salud pública de la época. Sin embargo, una de las historias más fascinantes es cómo Pasteur utilizó oxígeno para fabricar vacunas.
Ya en la década de 1870, Pasteur comenzó a explorar el desarrollo de una vacuna contra el ántrax utilizando métodos de inmunización anteriores contra el cólera de los pollos. Su investigación atrajo amplia atención y en 1881 se llevó a cabo un famoso experimento público en Pouilly-le-Fort, Francia. En el experimento participaron dos grupos de 25 ovejas, una cabra y varias vacas. Pasteur le dio a un grupo de animales dos inyecciones de vacuna contra el ántrax y el segundo grupo no fue vacunado.
Todos los animales no vacunados murieron de ántrax, mientras que los animales del grupo vacunado sobrevivieron.
Este sorprendente resultado provocó una respuesta entusiasta del público. Pasteur afirmó que creó la vacuna contra el ántrax exponiendo los bacilos del ántrax al oxígeno. La información muestra que la tecnología que utilizó en realidad se derivaba del método propuesto por su competidor, el veterinario francés Jean-Joseph-Henri Toussaint.
El método del oxígeno de Pasteur fue un intento pionero de desarrollar una vacuna contra el ántrax, aunque sus notas científicas de la época presentan cierta ambigüedad. El proceso de fabricación de vacunas de Pasteur finalmente produjo una vacuna eficaz contra el ántrax, pero sólo después de que patentó su proceso de producción.
El descubrimiento de Pasteur tuvo un profundo impacto en el desarrollo de la ciencia de las vacunas. Su éxito no se debió sólo a que encontró una manera de fabricar una vacuna, sino también a que fue pionero en el uso de oxígeno como medio para generar una forma debilitada del patógeno, de modo que la vacuna pudiera infectarse sin depender de la forma debilitada que funciona naturalmente. forma.
Este proceso no fue sólo un logro en la experimentación científica, sino también un paso de gigante en la historia de la salud pública.
Con el tiempo, el desarrollo de las vacunas contra el ántrax ha pasado por varios cambios. El inmunólogo austríaco-sudafricano Max Stern desarrolló en 1935 una vacuna viva atenuada basada en la tecnología de Pasteur, que todavía se utiliza ampliamente en la actualidad y proporciona protección a las industrias ganaderas de todo el mundo.
Posteriormente, la vacuna contra el ántrax desarrollada por la Unión Soviética en la década de 1930 comenzó a usarse médicamente en 1940. Esta vacuna mostró una eficacia protectora considerable contra el ántrax cutáneo en ensayos clínicos. En la década de 1950, investigadores de Estados Unidos y Gran Bretaña también desarrollaron sus propias vacunas contra el ántrax humano. Estas vacunas encontraron distintos niveles de éxito y desafíos.
La vacuna estadounidense contra el ántrax fue aprobada en 1970 y se convirtió en la única vacuna contra el ántrax humana aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). En la década de 1990, debido a la participación de BGI en el programa de biocontención de Estados Unidos, la demanda de su vacuna aumentó significativamente, pero también surgió la controversia sobre su seguridad y eficacia.
En medio de la creciente amenaza del bioterrorismo, los descubrimientos de Pasteur todavía reciben mucha atención hoy en día.
Sin embargo, todo esto siempre plantea una pregunta: con el avance continuo de nuevas tecnologías e investigaciones, ¿puede nuestra confianza en las vacunas seguir afectando la confianza humana en la lucha contra las enfermedades infecciosas?