En el campo de la cirugía hepática, la embolización de la vena porta (EVP) ha ganado gradualmente atención en la comunidad médica. Esta cirugía no sólo puede prolongar con éxito la vida del paciente, sino que también mejora significativamente la tasa de éxito del tratamiento del cáncer. Dada la prevalencia de enfermedades hepáticas, es importante comprender el potencial de esta tecnología y su importancia para los pacientes con cáncer.
La PVE es un procedimiento preventivo que generalmente se realiza en las semanas previas a una resección hepática mayor para promover la proliferación del área futura prevista del remanente hepático. En este procedimiento, los médicos inyectan material embólico en la vena porta derecha o izquierda para bloquear el suministro de sangre, acelerando así una respuesta hiperproliferativa en la parte sana del hígado. Esto podría permitir a los pacientes someterse de forma más segura a resecciones de hígado en casos que de otro modo se considerarían no aptos para cirugía.La clave de la embolización de la vena porta es que puede activar la capacidad regenerativa del hígado y aumentar el volumen residual futuro del hígado, haciendo así que los tumores hepáticos que originalmente eran irresecables tengan mayores posibilidades de éxito después de la cirugía.
Las indicaciones para la embolización de la vena porta dependen principalmente de la relación entre el remanente hepático futuro y el volumen hepático total y de la salud del hígado. Los estudios han demostrado que la relación FLR/TELV de un hígado normal debe ser al menos del 25%, mientras que para pacientes con enfermedad hepática crónica, como la cirrosis, debe ser superior al 40%. De esta manera, incluso después de una quimioterapia extensa, los pacientes aún pueden tener un destino quirúrgico viable después de la EVP.
El éxito de la EVP no solo afecta el riesgo de la cirugía de resección hepática, sino que también afecta la tasa de supervivencia del paciente a cinco años. Hasta el 29% de los pacientes con tumores no resecados lograron buenos resultados del tratamiento después de la EVP y la cirugía posterior.
Si bien la tecnología PVE tiene riesgos potenciales, incluidos infarto de hígado, crecimiento tumoral acelerado e infección, sus beneficios son igualmente significativos. Al reducir las complicaciones posoperatorias y acortar la estadía en el hospital, la PVE puede mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes y la tasa de supervivencia a largo plazo. Vale la pena señalar que debido a la diversidad de genes y enfermedades, cada paciente necesita tomar diferentes precauciones al someterse a una EVP.
A medida que la tecnología PVE continúa evolucionando, los investigadores también han explorado una variedad de soluciones innovadoras, como la PVE transarterial y la tecnología PVE reversible. Además, los experimentos clínicos han demostrado que la tecnología de trasplante de células madre combinada con PVE puede mejorar significativamente la eficiencia del tratamiento, lo que brinda nuevas esperanzas para el tratamiento futuro del cáncer.
Estos avances no sólo reflejan avances en la investigación científica, sino que también permiten a los pacientes ver nuevas oportunidades de tratamiento, ya no limitadas por datos pasados. A medida que evoluciona la tecnología médica, no podemos evitar preguntarnos: ¿habrá más avances similares en el futuro que transformen el panorama del tratamiento del cáncer de hígado?