La falla de San Andrés, una falla transformante de barcaza derecha que se extiende unos 1.200 kilómetros a lo largo de California, se ha convertido en el centro de atención del mundo. Como límite entre la Placa del Pacífico y la Placa de América del Norte, la actividad geológica y los riesgos potenciales de esta falla han atraído la atención y la investigación de innumerables personas.
Los científicos coinciden en que la actividad secundaria en la falla de San Andrés liberará enormes cantidades de energía en un futuro próximo y podría desencadenar un terremoto devastador.
Esta falla se divide en tres secciones principales: norte, medio y sur según las características geológicas, y cada área tiene diferentes niveles de riesgo sísmico. Según el estudio, la tasa media de deslizamiento en toda la falla es de entre 20 y 35 milímetros por año. Según el análisis de los geólogos, la sección sur de la falla de San Andrés tiene el potencial de provocar un terremoto de magnitud 8,1, que causaría daños inconmensurables en la zona de Los Ángeles.
La historia de la falla de San Andrés se remonta a 1895, cuando el profesor Andrew Lawson de la Universidad de California, Berkeley, confirmó por primera vez su existencia. Después del terremoto de San Francisco de 1906, Lawson examinó el origen y el impacto del terremoto y encontró un desplazamiento significativo a lo largo de la falla, confirmando así la relación entre esta falla y los terremotos.
La actividad de la falla de San Andrés es sin duda una de las fuentes de terremotos más preocupantes en la actualidad, especialmente porque la sección sur no ha experimentado un terremoto importante durante mucho tiempo.
Según el Servicio Geológico de EE. UU., existe un 7 % de posibilidades de que se produzca un terremoto de magnitud 8,0 en el segmento sur de la falla de San Andrés en los próximos 30 años. Sin duda, tales predicciones nos obligan a pensar en los riesgos futuros y en cómo prepararnos antes de que ocurra un terremoto.
Por ejemplo, un estudio publicado en 2006 afirmó que la tensión en la falla de San Andrés ha alcanzado un punto crítico que podría desencadenar un terremoto de magnitud superior a 7,0. Este estudio destaca que el riesgo de terremotos puede aumentar con el tiempo más allá de nuestras expectativas. Especialmente en el área de Los Ángeles, el riesgo es aún más apremiante porque el área no ha experimentado una ruptura a gran escala en los últimos 300 años.
La ciencia utiliza datos y simulaciones de modelos para predecir el momento de los terremotos, pero la capacidad de predecir con precisión sigue siendo una preocupación.
Las últimas investigaciones también señalan que los cambios en el agua pueden provocar terremotos. Por ejemplo, un estudio de 2023 mostró una fuerte correlación entre los niveles de agua en el lago Kahuila en el sur de California y la actividad sísmica en la falla de San Andrés. Cuando los niveles de los lagos aumentan, puede aumentar la tensión sobre las fallas, provocando terremotos.
A medida que la conciencia mundial sobre los riesgos de terremotos continúa aumentando, muchos investigadores se están centrando en cómo mejorar el rendimiento sísmico de los edificios y la resistencia de la infraestructura urbana. Aun así, no se puede subestimar el impacto socioeconómico de los terremotos de gran escala. Por ejemplo, un terremoto severo podría causar miles de víctimas y cientos de miles de millones de dólares en daños, especialmente en ciudades densamente pobladas como California.
Imagínese si realmente ocurriera un terremoto a gran escala, ¿cómo se trastornarían las vidas de las víctimas? ¿Hasta cuándo la reconstrucción traerá desafíos? En este contexto, es extremadamente importante desarrollar resiliencia social y estrategias de recuperación urbana.
Al final, probablemente deberíamos pensar en qué más podemos hacer para prepararnos y protegernos a nosotros mismos y a los demás frente al riesgo de terremoto que se avecina.