Desde 2010, el concepto de Bonos de Impacto Social (BIS) se ha expandido rápidamente alrededor del mundo y se ha convertido en un nuevo enfoque para resolver problemas sociales. Estos contratos basados en resultados permiten que los gobiernos, los proveedores de servicios sociales y los inversores trabajen juntos para centrar las inversiones en programas exitosos. Tras el auge de este modelo, 23 países han lanzado bonos de impacto social, con 276 proyectos relacionados y una financiación total de US$745 millones.
¿Qué son los bonos de impacto social? En términos simples, un bono de impacto social es una herramienta de financiación no tradicional que se utiliza para respaldar resultados sociales. Por definición, estos bonos no se financian mediante métodos de deuda tradicionales, sino por inversores privados que prefinancian los servicios sociales. Una vez obtenidos resultados, el gobierno paga una remuneración según lo pactado. Por lo tanto, los bonos de impacto social son similares a los productos financieros estructurados y a las inversiones de capital en que sus rendimientos dependen del logro de resultados sociales.Se trata de un proceso de transferencia de fondos de manera que el sector público sólo paga por servicios efectivos, mientras que los riesgos son asumidos por terceros inversores.
Por ejemplo, el Proyecto de la Prisión de Peterborough en el Reino Unido es un caso famoso. El plan pretende reducir las tasas de reincidencia de 4.000 presos que cumplen condenas de corta duración de menos de 12 meses, y los inversores no recibirán ningún retorno si la tasa no cae por debajo del 7,5%. El plan, administrado por Social Finance Ltd, aprovecha la experiencia de los proveedores de servicios del tercer sector para abordar cuestiones de desmovilización.
Impacto globalSegún la encuesta, estos bonos de impacto social fomentan la innovación y mejoran el desempeño social a través de la transferencia de capital.
Con la aparición del SIB, los debates globales se han intensificado. La creación de la política de financiación de la innovación social en Estados Unidos en 2012 abrió nuevas aventuras. Las políticas de SIB implementadas por estados como Massachusetts y Nueva York han demostrado que cuando los gobiernos están dispuestos a trabajar con inversionistas privados, pueden mejorar eficazmente los problemas sociales y aumentar la eficacia de los programas.
Sin embargo, los bonos de impacto social también han sido objeto de críticas. En primer lugar, la implementación de estos bonos requiere que los gobiernos garanticen fondos suficientes para pagar resultados mensurables. Si un programa no tiene el éxito esperado, puede dar lugar a recortes en los servicios sociales originales y convertirse en víctima de la escasez de financiación. Además, muchas cuestiones sociales pueden quedar marginadas debido a una dependencia excesiva de criterios de éxito específicos y mensurables.
Algunos críticos argumentan que este modelo hace que los gobiernos sean menos responsables y podría conducir a la financiarización de los servicios sociales en lugar de abordar las causas profundas del problema.
Ya sea por el potencial o los desafíos asociados con los bonos de impacto social, esta herramienta financiera emergente sin duda aporta una perspectiva única para resolver problemas sociales complejos. A medida que más y más países exploren este modelo, el futuro puede ser testigo de una revolución en la innovación social y la implementación de políticas. Detrás de todo esto, no podemos evitar preguntarnos: ¿Pueden los bonos de impacto social cambiar realmente nuestra comprensión y práctica de los servicios sociales?