Entre el 10.000 a.C. y el 2.000 a.C., la historia entró en el Neolítico, un período arqueológico único y transformador. Durante este período, la sociedad humana experimentó un cambio trascendental, de un estilo de vida dominado por la caza y la recolección a una vida agrícola sedentaria, lo que provocó cambios sorprendentes en el ecosistema.
Uno de los mayores avances de la humanidad durante este período fue el surgimiento de la agricultura, que no sólo nos permitió cultivar y domesticar plantas y animales, sino que también sentó las bases para el desarrollo de la civilización futura.
Según investigaciones de arqueólogos, el Neolítico comenzó alrededor del año 10.200 a.C. Este cambio revolucionario se originó en la zona conocida como el "Creciente Fértil". Con el surgimiento de la cultura natufiana, la gente comenzó a depender de los cereales silvestres para su vida y estableció asentamientos relativamente estables. Este proceso va acompañado del cambio climático, como el surgimiento del evento Younger Dryas, que impulsó a los humanos a buscar nuevas formas de supervivencia.
Los primeros cultivos incluían trigo, guisantes, lentejas, hierbas y lino, que gradualmente evolucionaron hacia un sistema agrícola más diverso que incluía arroz, maíz y patatas.
En Oriente Medio, especialmente en Levante, la cultura más antigua hace 10.000 años fue el Neolítico Pre-Cerámico A (PPNA). Tomemos como ejemplo el templo de Göbekli Tepe, de hace unos 9.500 años, que muestra la vida religiosa y social de los primeros humanos.
En el sur de Asia, la cocina de los asentamientos agrícolas representada por el sitio de Mehrgarh apareció en Pakistán alrededor del año 7.000 a.C. Los residentes aquí domesticaron principalmente el trigo y la cebada. En el este de Asia, las primeras culturas agrícolas aparecen en varias culturas arqueológicas entre el 9.500 y el 5.000 a.C.
En África, el desarrollo agrícola a partir del año 6.000 a.C. estuvo más integrado con la cultura local, lo que dio lugar a formas agrícolas diferentes a las de Oriente Medio y Europa. Esto condujo a métodos únicos de pastoreo de ovejas y agricultura a pequeña escala que brillan con sus propias características en muchas regiones, incluido el desierto del Sahara y África Oriental.
El surgimiento de la agricultura provocó cambios fundamentales en la estructura de la sociedad humana, desde la vida dispersa de caza nómada hasta aldeas relativamente estables y concentradas, lo que permitió que la civilización humana floreciera. A medida que aumentó la población, la intensificación agrícola se aceleró aún más, lo que finalmente condujo a la formación de ciudades.
Sin embargo, detrás de todo esto se esconde el conflicto entre las culturas antiguas y las emergentes, así como los consiguientes desafíos ecológicos.
A medida que la agricultura despegó, también lo hizo el desarrollo de la tecnología. Desde la fabricación de cerámica hasta las técnicas de fundición de metales, estas son herramientas que los humanos evolucionaron para cultivar y almacenar alimentos de manera más eficiente. Generación tras generación, el ser humano ha experimentado una mejora y experimentación continua en el uso de la tierra, lo que ha dejado una huella distintiva en las culturas ancestrales.
Como dicen los arqueólogos, la expansión a gran escala de la agricultura hizo posible la aparición de herramientas metálicas, el desarrollo de la tecnología de la construcción y la división del trabajo en la sociedad, lo que finalmente condujo al surgimiento de ciudades y países. Esta serie de cambios no sólo cambió los estilos de vida humanos, sino que también dio forma al mundo actual.
Sin embargo, mientras disfrutamos de estas innovaciones tecnológicas, ¿hemos pensado alguna vez si el auge de la agricultura también ha sembrado las semillas de la crisis para nuestro futuro?