Las partículas alfa son partículas compuestas por dos protones y dos neutrones. Esta estructura es la misma que la del núcleo de helio-4. Estas partículas se producen con mayor frecuencia durante la desintegración alfa, pero no se limitan a eso. En la comunidad científica las partículas alfa son de gran interés por su energía y las propiedades que adquieren en la materia.
Las partículas alfa son partículas altamente cargadas y, por lo tanto, tienen un fuerte poder ionizante, pero su poder de penetración es relativamente bajo.
La fuente principal de partículas alfa es el proceso de desintegración alfa de elementos pesados. En el proceso, el núcleo libera una partícula alfa, reduciendo su número másico en cuatro y su número atómico en dos, creando un elemento completamente nuevo. Ejemplos famosos de desintegración alfa incluyen la transformación de uranio en torio y la transformación de estroncio en radón. No sólo eso, muchos radionucleidos masivos, como el uranio, el torio y el azufre, emiten partículas alfa.
La aparición de la desintegración alfa se ve afectada por la influencia conjunta de la fuerza electromagnética y la fuerza nuclear. En la interacción entre la partícula alfa y el resto del núcleo se alcanza un equilibrio entre la repulsión de Coulomb y la fuerza nuclear fuerte. Aunque las partículas alfa no tienen suficiente energía para superar las limitaciones potenciales de las fuerzas nucleares en el marco de la física clásica, la existencia de túneles cuánticos les permite escapar con éxito.
La aparición de partículas alfa proporciona una base experimental importante para la teoría de la desintegración radiactiva y demuestra además la discriminación mutua entre la fuerza nuclear y la fuerza electromagnética.
En la desintegración alfa, la energía de la partícula alfa tiene cierta dependencia de su vida media, pero suele oscilar entre 3 y 7 MeV. Esta energía le permite viajar una distancia muy limitada en el aire, normalmente sólo penetra unos pocos centímetros de aire, y la profundidad de penetración en la piel es de sólo unas 40 micras.
Aunque las partículas alfa no penetran fácilmente la capa externa de la piel, una vez dentro del cuerpo pueden causar daños biológicos importantes, especialmente si se inhalan o ingieren. En comparación con otros tipos de radiación, el efecto dañino de las partículas alfa sobre las células es significativamente mayor.
Si los radionucleidos emitidos por Alpha ingresan al cuerpo, la capacidad destructiva de la radiación Alpha será significativamente mayor que la misma dosis de radiación gamma.
El proceso de descubrimiento de las partículas alfa se remonta a 1896. Desde entonces, sus aplicaciones se han expandido gradualmente a muchos campos, como el tratamiento médico y la energía nuclear. En el tratamiento del cáncer, la radiación alfa se utiliza como radioterapia para apuntar a tejidos específicos y aumentar la eficacia del tratamiento sin dañar el tejido sano circundante.
Casi todos los detectores de humo radiactivos también tienen emisores alfa, que funcionan bien en sensibilidad y precisión. Algunas sondas espaciales dependen para su funcionamiento de la energía generada por la desintegración alfa, lo cual es de gran importancia en la exploración científica.
Las aplicaciones de las partículas alfa demuestran el potencial de la física en diversos campos, especialmente para resolver los desafíos médicos actuales.
Con una investigación en profundidad sobre las partículas alfa, es posible que en el futuro aparezcan aplicaciones más sofisticadas y diversas. Ya sea en medicina o en energía, el potencial de las partículas alfa aún debe explorarse y desarrollarse más. Tenemos razones para creer que con el avance de la ciencia y la tecnología, seremos capaces de comprender y utilizar esta misteriosa partícula más profundamente, beneficiando así a la sociedad humana.
Entonces, ¿estas misteriosas partículas alfa escondidas en el núcleo desempeñarán un papel más importante en el futuro desarrollo de la ciencia y la tecnología?