La medicina materno-fetal (MFM), también conocida como medicina perinatal, es una rama de la medicina que se centra en la salud de las mujeres embarazadas y los fetos durante el embarazo e inmediatamente después del nacimiento. Los médicos que se especializan en medicina materno-fetal suelen realizar cuatro años de formación de residencia en obstetricia, seguidos de tres años de formación de beca. Estos médicos no sólo realizan pruebas prenatales, brindan tratamiento y cirugía, sino que también actúan como obstetras primarios en embarazos de alto riesgo y como consultores en embarazos de bajo riesgo. Ayudan a las mujeres embarazadas con problemas de salud existentes y complicaciones derivadas del embarazo.
La medicina materno-fetal como disciplina ha ido surgiendo gradualmente desde la década de 1960. A medida que avanzan la investigación y la tecnología, los médicos pueden diagnosticar y tratar las complicaciones fetales en el útero en lugar de depender únicamente de la monitorización de los latidos del corazón y los informes de la madre sobre los movimientos fetales. En 1952, el desarrollo de la amniocentesis hizo posible la intervención temprana y redujo la mortalidad. En 1963, Albert William Liley desarrolló una tecnología de transfusión de sangre intrauterina para la incompatibilidad Rh en el Hospital Nacional de Mujeres de Australia, que se considera el primer tratamiento fetal.
El desarrollo de la medicina materno-fetal ha sofisticado el manejo de la salud de las mujeres embarazadas y los fetos, reduciendo exitosamente el riesgo de exposición a complicaciones.
Los expertos en medicina materno-fetal dividirán a las mujeres embarazadas en diferentes niveles de atención según sus riesgos para la salud y se centrarán en aquellas mujeres embarazadas con riesgos potenciales para la salud. Las mujeres embarazadas que requieren asistencia de estos especialistas suelen tener condiciones médicas crónicas (como enfermedades cardíacas, enfermedades renales, presión arterial alta, diabetes y trombosis), y el feto puede estar en riesgo debido a anomalías cromosómicas o congénitas, enfermedades maternas, infecciones. , enfermedad genética o retraso del crecimiento. La mortalidad materna e infantil debida a complicaciones del embarazo se ha reducido en más de un 23% desde 1990, y esta cifra sigue cambiando.
Los especialistas en medicina materno-fetal trabajan para mejorar los resultados de salud de las madres y los bebés y avanzar en los estándares de prevención, diagnóstico y tratamiento.
Los requisitos de capacitación para los especialistas en medicina materno-fetal son bastante rigurosos y generalmente incluyen tres años adicionales de capacitación especializada centrada en la evaluación y el manejo de embarazos de alto riesgo. Además de aprobar diversas certificaciones, estos especialistas también deben dominar tecnologías avanzadas como la ecografía obstétrica y el diagnóstico prenatal invasivo. Especialmente con el desarrollo tecnológico de la medicina materno-fetal, estos expertos están adquiriendo cada vez más importancia a la hora de afrontar las enfermedades fetales.
Cada vez más expertos en medicina materno-fetal están demostrando la experiencia y la responsabilidad ética necesarias en embarazos de alto riesgo y trabajando para reducir los riesgos para la salud de la madre y el feto.
Con el avance continuo de la tecnología, la medicina materno-fetal se está desarrollando rápidamente, especialmente la investigación en áreas como la terapia genética fetal y con células madre, cuyo objetivo es tratar enfermedades genéticas tempranamente y realizar cirugía fetal invasiva para corregir defectos congénitos. Por ejemplo, en la prevención de la preeclampsia, estos avances demuestran la fortaleza y el potencial futuro de la medicina materno-fetal.
La mejora de la medicina materno-fetal es sin duda crucial para el futuro manejo del embarazo y la salud materna e infantil, pero en este campo en evolución, ¿estamos preparados para afrontar los próximos desafíos?