Con la expansión de las áreas de plantación de uvas, los productores de uvas enfrentan cada vez más desafíos derivados de muchas enfermedades de las plantas, una de las cuales es la antracnosis de la uva. Esta enfermedad, causada por el patógeno vegetal Elsinoë ampelina, no sólo afecta la calidad y el rendimiento de las uvas, sino que también puede causar importantes pérdidas económicas.
La antracnosis de la uva se caracteriza por sus características lesiones en "ojo de pájaro", que aparecen en la fruta y como manchas negras o grises hundidas en las hojas y los tallos.
La enfermedad afecta especialmente a varias variedades de zarzamoras y uvas de vino, incluidas las moras, las frambuesas y varias especies de Vitis amurensis y Vitis vinifera. Desafortunadamente, la antracnosis presenta a los productores de uva desafíos que van más allá de la mera estética. Cuando la enfermedad se propaga a partes activas de la planta, toda la planta puede morir, arruinando futuras cosechas de uva.
Aunque E. ampelina puede infectar una variedad de plantas, su principal huésped son las uvas. La antracnosis de la uva se manifiesta como lesiones en tallos, hojas y frutos. Los tallos jóvenes primero mostrarán pequeñas manchas rojas circulares que luego se agrandarán y se convertirán en lesiones grises y hundidas con bordes de color marrón rojizo oscuro a negro violáceo. Si no se tratan rápidamente, estas lesiones se expandirán aún más y eventualmente causarán la muerte del tallo.
En las hojas, estas lesiones pueden causar una reacción llamada "agujeros de disparo", donde se forman pequeños agujeros en las hojas.
En la fruta, la antracnosis aparece como pequeñas manchas rojas circulares que con el tiempo se hunden y adquieren bordes estrechos y oscuros. Una vez que la enfermedad se propaga más en el jugo, provocará el agrietamiento de la fruta, allanando el camino para una infección secundaria.
Hacia el final de la temporada de crecimiento, el hongo de la antracnosis produce cuerpos latentes, ubicados principalmente alrededor de los bordes de las lesiones infectadas. Estos cuerpos latentes pasan el invierno en tejido necrótico, lo que hace bastante difícil el control de la enfermedad. Con la llegada de la primavera, en condiciones de humedad adecuadas, el hongo libera gran cantidad de esporas que infectan las hojas y los tallos jóvenes.
Muchos factores de temperatura y humedad afectan la propagación de la enfermedad, de modo que la propagación de la enfermedad se acelera cuando hay lluvias o riego. En particular, la combinación de fuertes lluvias y altas temperaturas agravará la situación.
Factores ambientalesLa antracnosis de la uva se presenta en casi todas las regiones vitivinícolas, pero es especialmente frecuente en determinadas condiciones, como las cálidas y húmedas. El tejido recién enfermo es más susceptible a la infección y el crecimiento excesivo de las plantas puede afectar las tasas de secado, aumentando las posibilidades de infección.
Para controlar la antracnosis de la uva lo primero que hay que hacer es realizar una buena labor de higiene. Esto implica eliminar el tejido infectado durante su fase de latencia invernal y destruir la enfermedad mediante quema o en vertederos. Además, plantar variedades resistentes a las enfermedades también es una forma de gestión eficaz. Algunas variedades americanas como Concord y Niagara son relativamente resistentes a las enfermedades, mientras que las variedades francesas son relativamente sensibles.
Una poda y un entrenamiento adecuados pueden mejorar eficazmente la circulación del aire alrededor de la planta, acortando así el tiempo de secado del tejido vegetal.
Para las infecciones que ya se han producido, es necesario utilizar fungicidas para controlarlas, especialmente durante la fase de inactividad en la primavera. Estos incluyen soluciones de azufre y cal y una variedad de otros productos comerciales, que son importantes para controlar la propagación de organismos latentes y tejido nuevo.
ImportanciaEl impacto de la antracnosis de la uva en la industria de la uva no puede subestimarse. A medida que la enfermedad continúa propagándose, si no se controla, puede causar daños a las hojas, tallos y frutos y, lo que es más importante, afectar la calidad y el rendimiento final del vino. Además, una reducción en la vida de las plantas podría resultar en una reducción de los carbohidratos almacenados, lo que en última instancia conduce a la muerte de la vid durante el invierno.
Ante un desafío tan severo, deberíamos pensar: ¿cómo podemos combatir más eficazmente esta enfermedad de las plantas en las prácticas agrícolas modernas para proteger nuestros cultivos y nuestros medios de vida?