El olor está en todas partes de nuestra vida diaria y tiene un profundo impacto en nuestras emociones, recuerdos y elecciones. El poder del olfato parece ir más allá de las palabras, entonces, ¿cómo olemos exactamente estos aromas? Todo esto está relacionado con el sistema olfativo del cerebro y su estructura.
El epitelio olfatorio es un tejido epitelial especial ubicado en la cavidad nasal. Esta red celular no solo detecta los olores, sino que también tiene sorprendentes capacidades regenerativas.
En los seres humanos, el epitelio olfatorio tiene un área de unos 5 centímetros cuadrados, está situado en la parte superior de la cavidad nasal y mide unos 7 centímetros de alto. Esta zona se encarga específicamente de detectar las moléculas de olor en el aire. El epitelio olfatorio está formado por cuatro tipos de células diferentes:
Las neuronas de percepción del olfato son neuronas sensoriales especializadas capaces de interactuar con moléculas de olor a través de sus cilios inmóviles que se extienden por el aire. Las dendritas de estas neuronas sensoriales tienen muchos receptores olfativos que captan los olores del aire.
La existencia de receptores olfativos nos permite identificar miles de olores diferentes, lo cual es uno de los misterios de la percepción olfativa.
Las células de soporte son similares a las células gliales y están ubicadas en la capa superior del epitelio olfatorio. Estas células no solo brindan soporte metabólico y físico, sino que también trabajan con las células basales para mantener la integridad y función del epitelio. Las células basales son células madre que pueden dividirse y diferenciarse en otros tipos celulares. Su función principal es renovar el epitelio olfatorio cuando es necesario.
Las células en cepillo contienen microvellosidades y están en contacto con las terminaciones nerviosas aferentes del nervio trigémino y están especializadas en transmitir sensaciones generales.
El desarrollo del epitelio olfatorio se origina a partir de dos estructuras: la placa nasal y las células de la cresta neural. En las primeras etapas embrionarias, hay menos tipos de células en el epitelio olfatorio, dominadas por células progenitoras superiores y basales y neuronas sensoriales olfatorias inmaduras. A medida que avanza el desarrollo, las neuronas se diferencian gradualmente y expresan receptores olfativos.
El epitelio olfativo puede resultar dañado por vapores tóxicos en el ambiente, traumatismos físicos dentro de la cavidad nasal o el uso de ciertos aerosoles nasales. A pesar de sus capacidades regenerativas, en casos extremos el daño puede ser permanente, provocando la pérdida del olfato.
Una comprensión más profunda del sistema olfativo no solo es importante para la investigación científica, sino que también puede ayudar a tratar a personas cuya calidad de vida se ve afectada por un deterioro del sentido del olfato.
Pero volviendo a nuestra capacidad de oler, ¿no es la diversidad de olores y su impacto en nuestras vidas una conexión más profunda?