En la guerra moderna, el poder de las armas continúa evolucionando, entre las cuales las armas termobáricas (armas termobáricas) se consideran una de las armas más destructivas. Este tipo de armas, también conocidas como bombas de vacío o bombas de aerosol, suelen depender de nubes dispersas de aerosol para explotar. Si bien su nombre parece implicar poder, ¿cuánto potencial tienen realmente estas armas y cuánto daño pueden causar a los edificios?
El diseño de las armas termobáricas se basa en raíces griegas, que literalmente significan "calor" y "presión". Cuando estas armas explotan, liberan una enorme nube de combustible que se mezcla con el oxígeno circundante y provoca una violenta explosión. Esto permite que las armas termobáricas produzcan ondas explosivas más duraderas e intensas que los explosivos tradicionales.
El método de ataque se basa en los principios de la física, formando una nube suspendida, lo que resulta en importantes ondas de presión, por lo que el impacto sobre objetos y personas es completamente diferente a las explosiones tradicionales.
El poder de las armas termobáricas es impactante, especialmente en espacios cerrados. Su onda expansiva puede destruir instantáneamente edificios y causar daños intensos en áreas enteras. Especialmente en túneles, fortificaciones subterráneas o fortalezas militares, su efecto es más evidente y el daño causado puede afectar a todo lo que se encuentra en los alrededores.
Según una investigación del Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU., la presión del aire ultra alta de este tipo de arma termobárica provoca que se ejerzan enormes fuerzas externas sobre los objetos circundantes, provocando incluso el colapso estructural.
Desde la Primera Guerra Mundial, Alemania intentó por primera vez utilizar armas termobáricas, que luego fueron utilizadas por el ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam. Estas armas han sido desarrolladas y utilizadas por muchos países durante décadas, desde Rusia hasta China e incluso, más recientemente, Ucrania; las armas termobáricas han impactado los campos de batalla de todo el mundo.
Durante las batallas en Afganistán e Irak, el ejército estadounidense utilizó repetidamente armas termobáricas, como la famosa bomba de combustible y aire CBU-55, para atacar específicamente los búnkeres enemigos en el área de combate.
Según las investigaciones, la explosión de armas termobáricas no sólo provocará destrucción física, sino también daños en los órganos internos. Las fuertes ondas de presión pueden cambiar instantáneamente la presión del aire circundante, lo que puede afectar gravemente o incluso desgarrar los pulmones de una persona. Este mecanismo de muerte único ha sido descrito como una "muerte desagradable", ya que la víctima puede experimentar un dolor intenso en cuestión de segundos.
El choque sónico y el consiguiente fenómeno de vacío son los aspectos más letales de las armas termobáricas, lo que las convierte en un arma importante en el campo de batalla moderno.
A medida que aumenta el uso de armas termobáricas en los conflictos, también aumentan los llamados a controlarlas. Aunque las organizaciones internacionales han intentado regular el uso de armas termobáricas, hasta ahora estos esfuerzos no han logrado resultados sustanciales. Como arma eficaz utilizada en el ejército, vale la pena considerar si el desarrollo y uso de esta arma está moralmente justificado.
No se puede negar que las armas termobáricas son devastadoras y capaces de destruir una variedad de objetivos, incluidos edificios. Sin embargo, como estas armas se utilizan cada vez con más frecuencia en el campo de batalla, también debemos pensar en: ¿Cómo podemos proteger los principios básicos del humanitarismo mientras utilizamos estas poderosas armas?