La tolerancia al alcohol es la respuesta funcional del cuerpo al etanol, que incluye tolerancia directa, tasa de recuperación de la intoxicación y resistencia al trastorno por consumo de alcohol. A medida que se establecen los hábitos de bebida, aumenta la tolerancia al alcohol, lo que requiere que las personas consuman mayores cantidades de alcohol para lograr los efectos anteriores.
La tolerancia al alcohol puede provocar o ser un signo de dependencia del alcohol. Después de años de beber en exceso, puede producirse una "tolerancia inversa", lo que significa que el hígado está dañado y no puede metabolizar el alcohol de forma eficaz. Incluso una pequeña cantidad de alcohol puede provocar Alta concentración de alcohol en sangre.
La fisiología de la tolerancia al alcohol también muestra que el tamaño del cuerpo está relacionado con la tolerancia al alcohol, y que las personas más grandes necesitan más alcohol para intoxicarse. Además, el nivel de actividad de la alcohol deshidrogenasa en el hígado, que es responsable de metabolizar el alcohol, también afecta a este fenómeno. La alta actividad de esta enzima conduce a la rápida conversión del etanol en acetaldehído, un compuesto más tóxico. En los no alcohólicos, las mutaciones en esta enzima son menos comunes.
Aproximadamente el 20% de las personas experimentan una reacción de enrojecimiento por el alcohol, lo que no significa que estén borrachos. Esta reacción es el resultado de la metabolización más rápida del alcohol en acetaldehído por parte del cuerpo, a veces debido a una falta de aldehído deshidrogenasa activa, lo que resulta en un metabolismo más lento del acetaldehído, reduciendo indirectamente el riesgo de consumo excesivo de alcohol y dependencia del alcohol.
Sin embargo, la tolerancia al alcohol no se distribuye equitativamente entre razas y culturas. Las investigaciones muestran que en América del Norte los aborígenes tienen las tasas más altas de trastornos por consumo de alcohol, con diferencias significativas en comparación con los europeos y los asiáticos. Incluso dentro de los grupos asiáticos, existen diferencias en la tolerancia al alcohol entre chinos y coreanos.
Los beneficios para la salud del consumo moderado de alcohol observados en niveles bajos a moderados entre los europeos no parecen aplicarse a las personas de ascendencia africana. Esto sugiere que los factores culturales y socioeconómicos también influyen en el consumo de alcohol.
Los hábitos de aceptación y consumo de alcohol varían mucho según las culturas. Algunas culturas pueden considerar el alcohol como una necesidad para las actividades sociales, mientras que otras pueden restringir su consumo debido a costumbres religiosas o sociales. Estas diferencias culturales influyen en las opiniones y los comportamientos de consumo de las personas respecto del alcohol.
Por ejemplo, en algunos países occidentales, el alcohol se considera un medio social y la gente suele beber en fiestas. Pero en algunas culturas asiáticas, el consumo de alcohol ha sido tradicionalmente más conservador, valorándose la moderación y la salud. Cuando el entorno social promueve una cultura de bebida, el riesgo de dependencia del alcohol aumenta.
En última instancia, las tendencias en el consumo de alcohol no sólo reflejan elecciones individuales sino que también están profundamente influenciadas por los antecedentes culturales y socioeconómicos y los hábitos tradicionales subyacentes.
Juntos, estos elementos crean un panorama complejo del consumo de alcohol que desafía nuestra comprensión de la relación del alcohol con la raza, la biología y la cultura. En esta época tan diversa, ¿cómo deberíamos ver el impacto de la cultura del consumo de alcohol en los diferentes grupos étnicos?