En el campo de la leucemia, la leucemia mielógena crónica (LMC) irrumpe en el campo visual de las personas. Este cáncer afecta principalmente la producción de glóbulos blancos, provocando el crecimiento anormal y la acumulación de células mieloides en la médula ósea. La CML representa del 15% al 25% de todas las leucemias en adultos. La razón principal es la anomalía genética conocida como cromosoma Filadelfia.
En 1960, los científicos descubrieron por primera vez el cromosoma Filadelfia, una translocación cromosómica característica que involucra los cromosomas 9 y 22. Detrás de la historia, la fusión de los genes BCR y ABL crea el gen de fusión BCR-ABL, una tirosina quinasa que desencadena el crecimiento incontrolado de células.
Esta proteína BCR-ABL fusionada no solo acelera la división celular, sino que también inhibe la reparación del ADN, lo que mejora aún más la inestabilidad genética de la célula.
La leucemia mieloide crónica generalmente no presenta síntomas evidentes en las primeras etapas y muchos pacientes presentan un aumento anormal del recuento de glóbulos blancos durante el examen. Cuando la enfermedad entra en una fase acelerada o en una fase de crisis, aparecerán síntomas más evidentes, como fiebre, sangrado, etc. La clave para confirmar el diagnóstico es realizar un examen cromosómico para buscar el cromosoma Filadelfia.
Los métodos de diagnóstico de la leucemia mielógena crónica incluyen la biopsia de médula ósea y las pruebas citogenéticas. Estas técnicas pueden ayudar a los médicos a identificar la causa cuando se encuentran células que proliferan anormalmente.
Con el desarrollo de medicamentos, las opciones de tratamiento para la leucemia mieloide crónica han experimentado cambios revolucionarios. Desde 2001, los inhibidores de la tirosina quinasa (ITK) se han convertido en la base del tratamiento de la leucemia mieloide crónica, mejorando significativamente el pronóstico de los pacientes. Tomemos como ejemplo el imatinib. Este fármaco no sólo controla eficazmente el crecimiento de las células mieloides, sino que también permite a muchos pacientes volver a una calidad de vida normal.
Las investigaciones muestran que las tasas de supervivencia a largo plazo para los pacientes con leucemia mieloide crónica han mejorado desde 2001, y la tasa de supervivencia a cinco años alcanza el 89 %.
La importancia del cromosoma Filadelfia en la leucemia mieloide crónica se refleja en su papel central como causante. Muchas terapias nuevas desarrolladas están diseñadas para atacar el gen de fusión BCR-ABL. Si no se puede detectar y tratar a tiempo, es probable que empeore el curso de la enfermedad e incluso entre en la etapa de leucemia aguda.
Con una investigación en profundidad sobre el cromosoma Filadelfia y sus mecanismos relacionados, la visión de la comunidad médica para el tratamiento de la leucemia mielógena crónica se ha vuelto más clara. Sin embargo, también plantea una pregunta sobre futuros tratamientos: ante las causas cada vez más complejas de la leucemia, ¿cómo podemos prevenir y responder a la enfermedad de manera más eficaz?