Alberto Villanueva

Alberto Girri, una poética de la interioridad objetiva

El presente trabajo observa una poesía que comienza en la Argentina de los años cuarenta de manera rigurosamente solitaria y creciente impersonalidad, o creciente tachadura del “yo” poético. Este fenómeno reconoce, en varias oportunidades, su deuda con Borges, y también se inscribe en una escritura propia de la modernidad del siglo XX, siglo visto en sus inicios, y de manera muy amplia, como la relación directa entre una aceleración del tiempo y una consecuente contracción y dispersión del espacio, que en Mallarmé se habría cifrado al potenciar una realidad poética simultánea y alejándose de sus referentes exteriores. Se trata de un tiempo homogeneizado, mundial y público, acorde al World Standard Time, que genera un inmenso presente simultáneo. Esto coincide con una cierta dirección, dice George Steiner en After Babel, un movimiento hacia adentro del lenguaje que ahonda su realidad semántica. Laura Riding y Robert Graves ya habían anunciado, a mediados de los veinte, de la necesidad del poema que viene a la página, que no significa otra cosa que una existencia previa, que defiende la insistencia de e. e. cummings en “la [de los poetas] obsesión de hacer”, donde la técnica es vista como irrelevante para la escritura del poema. O como dirá Girri, “la tesis de que todo lo dado existe, pero a la vez no existe sino a través del poema que lo va creando”. Y si la poesía de Girri exige una lectura atenta a los trabajos del pensamiento a partir de una variedad de medios expresivos, será preciso ver algunos ejemplos de alta tensión de estos referentes junto a momentos álgidos de su producción, la cual ha devenido lugar de citas obligatorio de la postvanguardia, por representar una inmersión ensimismada en la lengua y el espíritu trabajados como “territorios” muy propios, en respuesta (des)creída, ética, ante un estado actual fragmentario de lengua y mundo.