Network
Latest external collaboration on country level. Dive into details by clicking on the dots.
Publication
Featured researches published by André Breton.
October | 2003
André Breton
I do not know who had the idea of the first Dada “event.” This idea certainly did not spring forth spontaneously, and its beginning must be sought in the evenings of the Cabaret Voltaire in Zurich. Those performances were still wholly literary in character. To explain the turn toward its current formulation, one needs to keep in mind certain connections. It was 1917. Zurich gathered together all elements of resistance or indifference from the fighting nations, among whom were primarily a large number of artists. The state of tension caused by the various kinds of secret actions undertaken in the city helped not a little to cement several friendships. The “Dada movement,” properly speaking, dates from this time. A veritable pact started it off, with clauses that shall be divulged later. Let us note for now that the Dadaists, unafraid to pledge their future, agreed to convene in Madrid in March 1921. I believe that only material difficulties kept them from realizing that project. I am skipping the metamorphoses that Dada underwent prior to its arrival in France, as that history is destined to be well known. I will simply recall, briefly, the public standing of French poets in 1919: verses by Guillaume Apollinaire, Blaise Cendrars, Pierre Reverdy, Louis Aragon, Philippe Soupault, and myself were recited daily in one hall or another to the same audience, who invariably applauded. The profound boredom that emanated from these recitals, the incomprehension that resulted from reading out loud (a kind of reading that does maximum disservice to most modern poems, banishing their
Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría | 2007
Louis Aragon; André Breton
ria, el mayor descubrimiento poético de finales del siglo XIX, y esto en el momento mismo en que el desmembramiento del concepto de histeria parece un hecho consumado. Nosotros, que nada amamos tanto como a esas jóvenes histéricas, cuyo tipo perfecto nos lo facilitó la observación relativa a la deliciosa X. L. (Augustine) ingresada en la Salpêtrière en el Servicio del doctor Charcot el 21 de octubre de 1875 a la edad de quince años y medio, estamos muy afectados por la laboriosa refutación de los trastornos orgánicos, cuyo proceso no será el de la histeria más que a ojos de los simples médicos. ¡Qué lástima! Babinski, el hombre más inteligente que haya acometido este empeño, osaba publicar en 1913: «Cuando una emoción es sincera, profunda, e impresiona al alma humana, ya no hay lugar para la histeria». Esto no deja de repetírsenos. Freud, quien debe tanto a Charcot, recuerda la época en que, según el testimonio de los supervivientes, los internos de la Salpêtrière confundían sus deberes profesionales y sus afanes amorosos cuando, al caer la noche, las enfermas se veían con ellos fuera o les recibían en su cama. Luego enumeraban pacientemente, en pro de la causa médica que no se defiende, las posturas pasionales llamadas patológicas que les eran, y nos son todavía humanamente, tan preciosas. Cincuenta años después, ¿ha muerto la escuela de Nancy? ¿Se le ha olvidado todo esto al doctor Luys, si es que vive todavía? ¿Pero dónde están las observaciones de Neri sobre el terremoto de Mesina? ¿Dónde están los zuavos torpedeados por el Raymond Roussel de la ciencia, Clovis Vincent? A las diversas definiciones de la histeria que se han dado hasta hoy día, la histeria divina en la Antigüedad, la infernal en la Edad Media, de los poseídos de Loudun a los flagelantes de Nôtre Dame des Pleurs (¡viva madame Chantelouve!), definiciones míticas, eróticas o simplemente líricas, definiciones sociales, definiciones científicas, es demasiado fácil oponer la de «enfermedad compleja y proteiforme llamada histeria que escapa a toda definición» (Bernheim). Seguro que los espectadores de la hermosa película La brujería a través de las épocas recordarán haber encontrado en la pantalla o en la sala enseñanzas más vivas que las de los libros de Hipócrates o de Platón donde el útero brinca como una cabritilla, de Galeno que inmoviliza a la cabra, de Fernel que la vuelve a hacer andar en el siglo XVI y la siente bajo su mano remontarse hasta el estómago; han visto crecer, crecer los cuernos de la bestia hasta convertirse en los del diablo. A su vez el diablo hace mutis por el foro. Las hipótesis positivistas se reparten su herencia. La crisis de histeria toma forma a expensas de la histeria misma, con su aura soberbia, sus El cincuentenario de la histeria (1878-1928) 1
Archive | 1969
André Breton
Archive | 1963
André Breton
Archive | 1924
André Breton
andrebreton.fr | 1937
André Breton
Leonardo | 1974
André Breton; Simon Watson Taylor
Archive | 1936
André Breton; David Gascoyne
andrebreton.fr | 1924
André Breton
Archive | 1978
André Breton; Franklin Rosemont