La historia de la investigación del cáncer está llena de descubrimientos y avances, y dentro de este panorama, el papel del sistema inmunológico se ha convertido gradualmente en el centro de atención de los científicos. En 1957, los científicos Burnet y Thomas propusieron la teoría de la vigilancia inmune del cáncer. Este concepto no sólo cambió la forma en que entendemos la formación del cáncer, sino que también sentó las bases para la posterior inmunoterapia contra el cáncer.
La vigilancia inmune del cáncer es un proceso biológico clave que promueve la protección del huésped al inhibir el desarrollo de células tumorales nacientes.
Según esta teoría, los linfocitos pueden considerarse como "centinelas" encargados de identificar y destruir las células cancerosas que continúan emergiendo. Esta perspectiva ha provocado un debate en profundidad sobre cómo el sistema inmunológico suprime la tumorigénesis y destaca la importancia del seguimiento inmunológico continuo en la prevención y el tratamiento del cáncer.
Las células tumorales pueden expresar antígenos tumorales, que pueden ser reconocidos por el sistema inmunitario y desencadenar una respuesta inmunitaria. Los antígenos tumorales se pueden dividir en antígenos específicos de tumores (TSA) y antígenos asociados a tumores (TAA). El primero es un antígeno que sólo aparece en las células tumorales, mientras que el segundo también está presente en las células sanas, pero el nivel de expresión es diferente en las células tumorales.
Los antígenos específicos de tumores, como las proteínas E6 y E7, se derivan del virus del papiloma humano y son específicos de ciertos cánceres, como el cáncer de cuello uterino.
Por ejemplo, la AFP (alfafetoproteína) es un antígeno asociado a tumores producido por el carcinoma hepatocelular, y el CEA (antígeno carcinoembrionario) se encuentra en los cánceres de ovario y colon. El estudio de estos antígenos constituye la base de la inmunoterapia, lo que nos permite desarrollar tratamientos dirigidos a antígenos específicos.
En la interacción entre el sistema inmunológico y las células tumorales, la inmunoedición es un fenómeno clave. Este proceso se divide en tres etapas: eliminación, equilibrio y escape.
Estas tres etapas a menudo se denominan las "tres E" de la inmunoedición
En la fase de eliminación, el sistema inmunológico reconoce y elimina eficazmente las células tumorales, inhibiendo así el crecimiento del tumor. Con el tiempo, algunas células tumorales pueden adquirir nuevas mutaciones que les permitan evadir el sistema inmunológico y entrar en una fase de equilibrio.
Cuando un tumor permanece inactivo en la fase de equilibrio pero aún no puede ser eliminado completamente por el sistema inmunológico, algunas células tumorales pueden entrar en la fase de escape y obtener una ventaja sobre el sistema inmunológico, lo que lleva a la reanudación del crecimiento del tumor.
Las células T citotóxicas CD8+ son un componente importante de la inmunidad antitumoral. Hay muchas formas en que las células tumorales reducen su probabilidad de ser reconocidas, como reducir la expresión de MHC I.
Cuando las células tumorales pierden la expresión de MHC I, se desencadena una respuesta de células asesinas naturales.
Además, las células tumorales también pueden inhibir la actividad de los linfocitos T al expresar moléculas de punto de control inmunológico como PD-L1 o FasL, previniendo su ataque y creando un entorno inmunosupresor propicio para el crecimiento del tumor.
El microambiente del tumor contiene varias células inmunitarias y las citocinas que secretan, que trabajan juntas para formar un entorno que promueve el crecimiento del tumor. Por ejemplo, las células tumorales y las células exógenas, como los monocitos críticos, secretan TGF-β, que transforma aún más las células T CD4+ en células T reguladoras (Treg). Esta transformación puede causar supresión inmune en los tumores.
Los macrófagos asociados a tumores tienen principalmente un fenotipo M2 activado alternativamente y desempeñan un papel importante en la promoción del crecimiento tumoral y la angiogénesis.
Comprender las interacciones de estos microambientes es fundamental para desarrollar tratamientos eficaces.
Ante la evasión del sistema inmunológico por parte de las células tumorales, los científicos están explorando varios métodos de regulación inmune. Los anticuerpos monoclonales, como anti-CTLA4 y anti-PD-1, son el foco de la investigación actual. Estas moléculas mejoran las respuestas inmunes al inhibir señales inhibidoras, como ipilimumab y nivolumab.
La tecnología de células CAR-T que utiliza ingeniería genética se está implementando gradualmente en aplicaciones clínicas, lo que aporta nuevas esperanzas a la inmunoterapia tumoral.
El desarrollo de vacunas contra el cáncer también es una forma eficaz de utilizar antígenos tumorales para activar el sistema inmunológico.
Estudios recientes han demostrado que la quimioterapia puede promover respuestas inmunes a las células tumorales resistentes a la quimioterapia a través de la muerte celular programada. Investigaciones anteriores han sugerido que la muerte celular necrótica puede estimular una respuesta inmune, mientras que la apoptosis rara vez desencadena dicha respuesta.
Las investigaciones muestran que algunos agentes antitumorales pueden crear un entorno inmunológico favorable e iniciar la activación de las células T al matar las células cancerosas.
Sin embargo, ante los pacientes con cáncer avanzado altamente inmunodeprimidos, cómo activar eficazmente sus células T sigue siendo un gran desafío, que requiere una exploración más profunda.
La propuesta de vigilancia inmune del cáncer no sólo vuelve a comprender la función del sistema inmunológico, sino que también brinda oportunidades sin precedentes para el tratamiento del cáncer. A medida que avance la medicina, ¿habrá más avances en el futuro para combatir esta enfermedad mortal?