Ante el desafío del calentamiento global, los métodos de transporte tradicionales están siendo reevaluados gradualmente. Los métodos de movilidad activa, como caminar y andar en bicicleta, se han convertido en una opción importante para mejorar el entorno urbano debido a sus importantes beneficios ambientales. A través de la siguiente discusión, exploraremos el potencial de la movilidad activa para combatir el calentamiento global y cómo se pueden utilizar políticas para promover estos modos de transporte no mecánicos.
La movilidad activa no es sólo una opción respetuosa con el medio ambiente, sino que también aporta beneficios a nuestra salud y a nuestras conexiones comunitarias.
A través de actividades como caminar y andar en bicicleta, no sólo reducimos nuestra dependencia de los combustibles fósiles, sino que también mejoramos nuestra salud física. Las investigaciones muestran que la movilidad activa reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y algunas enfermedades mentales. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informan que aumentar el apoyo al transporte activo puede mejorar significativamente los indicadores de salud y reducir las tasas de obesidad.
Por ejemplo, Public Health England (PHE) informó en 2016 que la insuficiencia física representa una de cada seis de todas las muertes cada año. Caminar y andar en bicicleta diariamente pueden aumentar significativamente los niveles de actividad física y ayudar a reducir la obesidad. Para quienes siguen un estilo de vida saludable, esto no sólo supone una mejora física, sino también un beneficio para la salud mental.
Los beneficios ambientales de caminar y andar en bicicleta incluyen la reducción de la contaminación atmosférica y acústica, lo que hace que las ciudades sean más habitables.
Dado que los automóviles son la principal fuente de emisiones globales de carbono, popularizar caminar y andar en bicicleta puede reducir efectivamente las emisiones de dióxido de carbono. Un automóvil típico emite 4,6 toneladas métricas de dióxido de carbono cada año, lo que no sólo acelera el calentamiento global sino que también representa una amenaza para la salud humana. Según un estudio realizado en Nueva Zelanda, la movilidad activa puede reducir las emisiones de CO2 en un 1% al año. Cuando reemplacemos un viaje en automóvil por caminar o andar en bicicleta, tendrá un efecto significativo en la reducción de las emisiones generales de carbono.
Ya sea a nivel urbano o nacional, las políticas que alientan a las personas a elegir la movilidad activa están ganando atención gradualmente. Muchas ciudades diseñan infraestructura específicamente para peatones y ciclistas con el fin de atraer a más personas a cambiar de modo de transporte. Por ejemplo, proporcionar carriles para bicicletas y senderos accesibles para caminar puede reducir efectivamente la congestión del tráfico y promover la actividad física.
Muchos países y regiones también han propuesto una serie de políticas para promover la movilidad activa, con el objetivo de mejorar la seguridad y la comodidad de peatones y ciclistas. El gobierno puede lograr este objetivo diseñando una planificación urbana más fácil de usar, como la creación de carriles exclusivos para bicicletas, la mejora del espacio para peatones, el aumento de la vegetación en las calles, etc. Estas medidas no sólo atraerán a más residentes a elegir caminar o andar en bicicleta, sino que también mejorarán la comunidad.
En los Países Bajos, la movilidad activa se ha convertido en una parte importante del transporte urbano: más del 40 % de los viajeros eligen andar en bicicleta o caminar.
Las políticas y prácticas relativas a la movilidad basada en actividades varían ampliamente entre países. Tomemos a los Países Bajos como ejemplo. El apoyo político a largo plazo del país y su infraestructura para bicicletas de alta calidad lo han convertido en un modelo internacional para promover la movilidad activa. En cambio, la proporción de residentes en Estados Unidos que utilizan la movilidad activa es relativamente baja, principalmente debido a la falta de infraestructura adecuada y garantías de seguridad que hacen que muchas personas tengan reservas a la hora de caminar o andar en bicicleta.
Según datos de una encuesta de transporte, sólo alrededor del 3,4% de las personas en Estados Unidos eligen caminar o andar en bicicleta para desplazarse. Esto muestra que a pesar de los esfuerzos políticos para promover el transporte activo, en realidad se necesitan más mejoras e implementación para que sea más conveniente para las personas que viven en las ciudades elegir un transporte respetuoso con el medio ambiente.
Aunque la movilidad activa promete beneficios duales para la salud y el medio ambiente, todavía enfrenta varios desafíos durante su implementación. Con la aceleración de la urbanización, muchos espacios públicos están siendo ocupados gradualmente por automóviles y es necesario encontrar un equilibrio entre las personas, los automóviles y otros modos de transporte. Diseñar zonas seguras y amigables para caminar y andar en bicicleta no sólo puede alentar a más ciudadanos a participar en este deporte, sino que también es una solución viable para mejorar los problemas de tráfico urbano.
La transformación de los modelos de transporte urbano nos hace pensar en los métodos de viaje del futuro. ¿Podemos respetar fielmente los límites de la protección del medio ambiente y la salud?
A medida que el calentamiento global se vuelve cada vez más grave, ¿pueden caminar y andar en bicicleta, como opciones de transporte saludables y respetuosas con el medio ambiente, convertirse en nuestros principales medios de transporte en el futuro?