Con la creciente preocupación mundial por el cambio climático, la gestión de la demanda (DSM) se ha convertido gradualmente en una estrategia eficaz para reducir el desperdicio de energía y disminuir la contaminación. Este enfoque de gestión puede cambiar el comportamiento de la demanda energética de los consumidores a través de la educación e incentivos económicos, de modo que las personas utilicen menos energía durante los períodos de mayor consumo de electricidad. Esto no sólo reducirá la dependencia de los combustibles fósiles, sino que también reducirá eficazmente las emisiones de dióxido de carbono.
La gestión de la demanda no sólo reduce la demanda de energía durante los picos de consumo, sino que también reduce la necesidad de construir nuevas centrales eléctricas y ampliar la red eléctrica.
En muchos países, especialmente aquellos que experimentaron las crisis energéticas de 1973 y 1979, los gobiernos comenzaron a implementar diversos programas de gestión de la demanda. Por ello, muchas empresas energéticas han comenzado a seguir su ejemplo, utilizando los avances en tecnología de la información y la comunicación para promover redes inteligentes y sistemas integrados de gestión de la demanda.
El objetivo de la gestión de la demanda es reducir la presión sobre la red eléctrica alentando a los consumidores a utilizar electricidad durante horas de menor demanda o a cambiar sus hábitos de consumo. A través de incentivos financieros, como recortes en las facturas de electricidad u ofrecimientos de incentivos, se incentiva a los consumidores a utilizar electricidad en períodos de menor demanda. Esto no sólo reduciría el consumo general de electricidad, sino que también reduciría la contaminación generada por la necesidad de poner en marcha plantas de energía menos eficientes.
Al reducir la demanda durante los períodos pico, la gestión de la demanda puede reducir eficazmente las emisiones de carbono en ciertas regiones y combatir los efectos del cambio climático.
Por ejemplo, en el mercado eléctrico de EE. UU., la implementación de la gestión de la demanda permite a muchas empresas y hogares ajustar sus planes de uso de electricidad en función del clima y la carga eléctrica. Esta flexibilidad proporciona a los usuarios beneficios económicos relativamente elevados y hace que más gente se dé cuenta de la necesidad de un uso racional de la electricidad.
Las prácticas específicas de gestión de la demanda pueden ser diversas. En primer lugar, en hogares y empresas, el uso de electrodomésticos eficientes e inteligentes puede ajustar automáticamente el consumo de energía; en segundo lugar, al fomentar el uso de la generación de energía solar y otras fuentes de energía renovables para complementar la demanda de electricidad, se reduce aún más la dependencia de los combustibles fósiles tradicionales.
Por ejemplo, las empresas de servicios públicos pueden utilizar medidores inteligentes para reflejar el uso de electricidad en tiempo real y guiar a los usuarios para reducir el consumo de electricidad durante las horas pico.
Estudios recientes han demostrado que el consumo de electricidad en los hogares se puede reducir entre un 20% y un 30% mediante buenos programas de gestión de la demanda. Esto no sólo supone un ahorro económico, sino que también contribuye a la protección del medio ambiente. Estos datos han llevado a muchas ciudades a empezar a prestar atención a la gestión de la demanda como un medio importante para reducir la contaminación.
En Queensland, Australia, las empresas de servicios públicos instalaron equipos de control remoto para programar el uso de aparatos eléctricos, reduciendo significativamente la demanda de electricidad durante los períodos pico. Medidas similares de gestión de la demanda no sólo mejoran la eficiencia energética, sino que también reducen la necesidad de depender de fuentes tradicionales de generación de energía, reduciendo así las emisiones de gases de efecto invernadero.
En Toronto, Canadá, la empresa de servicios públicos de la ciudad implementó un programa de respuesta a la demanda a través de la cooperación con el público, lo que redujo significativamente la presión sobre el equilibrio de la demanda de electricidad en el área urbana.
Otros países, como Brasil, que obtiene la mayor parte de su electricidad de la energía hidroeléctrica, todavía necesitan poner en marcha plantas de energía térmica durante los períodos de máxima demanda. Esto se traduce en elevadas facturas de electricidad y costes medioambientales. Por lo tanto, la introducción de estrategias de gestión de la demanda en estos países también enfrenta oportunidades y desafíos.