El odontoblastoma, un tumor que se forma en el epitelio de la pulpa dental, sigue siendo un tema importante en la investigación médica. Este raro tumor benigno o maligno está compuesto por el epitelio del germen dentario durante el desarrollo dentario y suele presentarse con mucha más frecuencia en la mandíbula que en el paladar. En 1827, Cullack descubrió por primera vez el odontoblastoma. Este descubrimiento no solo marcó el comienzo de la comprensión de este tipo de tumor, sino que también tuvo un profundo impacto en los estándares de diagnóstico y tratamiento de los tumores orales de la comunidad médica.
El nombre odontoblastoma proviene del inglés antiguo "amel", que significa "esmalte", y del griego "blastos", que significa "brote". Estos términos enfatizan la estrecha relación entre el odontoblastoma y el proceso de formación de los dientes.
En 1885, el médico francés Louis-Charles Malasses rebautizó el tumor como "adamantinoma", y fue adoptado formalmente por Ivy y Churchill en 1930 como su nombre actual. ——Tumor odontogerminal. Esta serie de cambios de nombres no es sólo un registro emocional del descubrimiento científico, sino que también refleja la profundización gradual de la comprensión de la enfermedad por parte de la comunidad médica.
Aunque los odontoblastomas suelen ser benignos y tienen un ritmo de crecimiento lento, provocan anomalías importantes en la cara y la mandíbula que pueden dar lugar a una apariencia gravemente desfigurante. Esto se debe a que la proliferación celular anormal puede infiltrarse y destruir fácilmente el tejido óseo circundante, por lo que la resección quirúrgica temprana se convierte en una medida necesaria para tratar esta enfermedad. Los tumores agresivos no tratados pueden bloquear las vías respiratorias de la nariz y la boca, dificultando la respiración. Tipos de odontoblastomaSegún la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2017, el odontoblastoma se puede dividir en cuatro tipos:
De estos, los tumores odontogerminales convencionales suelen mostrar múltiples quistes grandes, mientras que los tumores odontogerminales unicapedos representan aproximadamente el 10% de todos los tumores odontogerminales.
Estos tumores a menudo se encuentran asociados con dientes no erupcionados y el área objetivo suele ser la parte posterior de la mandíbula. Por lo tanto, aunque los odontoblastomas rara vez progresan, pueden causar un desplazamiento significativo de los dientes y reabsorción radicular.
El diagnóstico del odontoblastoma se basa principalmente en el examen radiológico y el examen histológico posterior para su confirmación. Los hallazgos radiográficos incluyen radiolucidez redonda y bien definida en el hueso y, en tumores más grandes, múltiples radiolucidez quística con una apariencia característica de “burbuja de jabón”.
Aunque la quimioterapia y la radioterapia tienen una eficacia limitada en el tratamiento del odontoblastoma, la resección quirúrgica o el legrado siguen siendo el tratamiento más eficaz. El 96% de los pacientes se recuperaron con éxito después del tratamiento y tuvieron un buen pronóstico.
El objetivo de la cirugía es extirpar el tumor y los 10 mm de tejido normal circundante. Sin embargo, debido al riesgo de recurrencia del tumor, es esencial realizar exámenes de seguimiento regulares después de la cirugía. En los pacientes que se someten a resección, aproximadamente el 50% de las recurrencias ocurren dentro de los cinco años posteriores a la cirugía.
En los últimos años se han ido reconociendo progresivamente mutaciones del gen BRAF V600E y del gen SMO, que están directamente relacionadas con el comportamiento biológico del odontoblastoma. Esto significa que las estrategias terapéuticas dirigidas a las mutaciones podrían convertirse en una dirección de tratamiento emergente en el futuro.
Según varios estudios, la incidencia del odontoblastoma es mayor en pacientes de ascendencia africana que en pacientes de otras razas, lo que sugiere que el origen étnico puede desempeñar un papel en la epidemiología de la enfermedad. Este descubrimiento no sólo refleja la complejidad del odontoblastoma, sino que también sugiere que la comunidad médica debe considerar los factores étnicos al realizar investigaciones clínicas para mejorar la comprensión de la enfermedad.
Al mirar atrás a la historia del odontoblastoma, que se identificó por primera vez en 1827, uno no puede evitar preguntarse: ¿hasta qué punto se ha desarrollado el conocimiento médico y la tecnología para este tumor en los últimos dos siglos y cómo podemos mejorar nuestro diagnóstico y ¿Qué tratamientos se pueden seguir en el futuro? ¿Qué niveles de tratamiento se necesitarán para afrontar mejor los desafíos del odontoblastoma?