El oscuro secreto detrás del experimento del Pequeño Albert: por qué este estudio de psicología se considera el más anti ético de todos"

En la historia de la psicología, algunos experimentos son famosos por su controversia ética. El experimento del Pequeño Albert fue uno de ellos. El propósito de este experimento era verificar las creencias conductistas, pero los problemas éticos que implicaba eran inquietantes. Este caso, en el que se utilizó a un bebé como sujeto experimental y se le indujo deliberadamente a tener una respuesta de miedo, ha suscitado muchas discusiones sobre la ética de la investigación psicológica.

El experimento del pequeño Albert es un ejemplo clásico de conductismo, pero se llevó a cabo de una manera inhumana que hace que la gente cuestione los límites de la investigación científica.

Albert Jr. fue objeto de investigación por parte de John B. Watson, profesor de psicología en la Universidad Johns Hopkins, y su asistente y más tarde esposa, Rosalie Alberta Reyer. En la década de 1920, realizaron un famoso experimento con el pequeño Albert para demostrar que el miedo era condicionado y no innato.

Según Watson, el comportamiento no es innato sino que se aprende a través de estímulos y respuestas del entorno.

En el experimento, Albert, de 9 meses, inicialmente no tenía miedo de un ratón blanco. Watson y Reyer crearon miedo intencionalmente utilizando sonidos metálicos fuertes para asustarlo y combinaron repetidamente estos sonidos con ratones blancos. Como resultado, el pequeño Albert desarrolló una respuesta de miedo a los ratones blancos y algunos otros objetos peludos blancos (como conejos, abrigos de piel, etc.).

Este experimento demuestra la relación entre estímulo y respuesta enfatizada por el conductismo, pero bajo los estándares éticos actuales, este experimento es, sin duda, extremadamente poco ético. La falta de protección y el consiguiente ajuste psicológico del pequeño Albert muestran la poca atención que la comunidad científica prestaba en aquella época a los sujetos de experimentación humanos.

El progreso en psicología no debe realizarse a expensas de la dignidad humana.

A medida que pasó el tiempo, el experimento enfrentó crecientes críticas. Muchos psicólogos señalaron que el miedo del pequeño Albert no fue aliviado adecuadamente, lo que no sólo representaba una amenaza para la salud psicológica del bebé, sino que también ponía en duda la comprensión de Watson y Reyer del comportamiento humano.

En su investigación, Watson y Reyer fueron un paso más allá y sugirieron que se podrían enseñar más formas de expresión emocional si se pudiera observar claramente la relación entre el estímulo y la respuesta. Sin duda, se trató de una visión novedosa y radical en el contexto de su tiempo, pero también expuso los puntos ciegos de la exploración científica.

El hijo de un reconocido psicólogo dice que el enfoque conductista de su padre sobre la crianza de los hijos limitó su capacidad y la de su hermano para lidiar con las emociones humanas.

La vida personal de Rosalie Reye fue igualmente agitada, y su carrera estuvo entrelazada con la de John Watson, lo que también atrajo la atención social. Originalmente era estudiante de psicología y más tarde comenzó una relación controvertida con Watson y finalmente se casó con él. La pareja tuvo dos hijos, pero ambos sufrieron problemas de salud mental y depresión severa cuando fueron adultos.

En la historia de la exploración científica, la historia del Pequeño Albert es a la vez un espejo que refleja la ignorancia y la indiferencia de la comunidad psicológica primitiva y una advertencia a la ética científica moderna. La investigación psicológica actual pone énfasis en el respeto y la protección de los individuos y ha establecido estándares éticos más estrictos para evitar que vuelvan a ocurrir incidentes similares.

Estos experimentos nos hacen reflexionar sobre si la investigación científica debería basarse en el sufrimiento de los demás.

El impacto del experimento del Pequeño Albert continuó fermentando, impulsando a estudiosos posteriores a explorar las emociones, los comportamientos y las cuestiones éticas detrás de ellos. El progreso científico es inevitable, pero la dignidad y los derechos de los sujetos experimentales deben tener máxima prioridad y convertirse en el principio fundamental de la investigación futura. Tal vez esto es exactamente lo que deberíamos pensar ahora: en la búsqueda del conocimiento, ¿cómo equilibramos los límites entre la exploración científica y la ética?

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