La histeria femenina fue alguna vez un diagnóstico médico común, un término que conllevaba siglos de conceptos erróneos sobre las condiciones psicológicas y fisiológicas de las mujeres. Este diagnóstico cubre una amplia gama de síntomas, que incluyen ansiedad, dificultad para respirar, desmayos, nerviosismo, trastornos del sueño y pérdida de apetito o libido. Hoy en día, la comunidad médica ya no la considera una enfermedad médica. Sin embargo, este concepto ha sido una piedra angular importante de la comprensión de la salud de la mujer por parte de la medicina occidental durante los últimos cientos de años.
En la antigüedad, se creía que el útero de la mujer era la fuente de problemas de salud, y la palabra histeria proviene de la palabra griega que significa "matriz".
La historia de la histeria femenina se remonta al antiguo Egipto. Ya en el año 1900 a. C. se describían síntomas relacionados con el cuerpo femenino en el Papiro de Cajón. El útero "errante" fue descrito en detalle por primera vez en la antigua Grecia, y médicos como Hipócrates relacionaron el fenómeno con la salud de la mujer. Creían que los movimientos del útero podían causar dificultades respiratorias y enfermedades.
El tratamiento estándar en esa época incluía aromaterapia, creyendo que los buenos olores podían devolver el útero a su posición normal.
En la Edad Media, los síntomas histéricos también podían estar relacionados con la posesión demoníaca, especialmente entre algunas mujeres solteras y mayores. Con el tiempo, esta visión se convirtió en una desviación del comportamiento y, a medida que se desarrolló la medicina, los médicos comenzaron a aceptar el matrimonio y las relaciones sexuales regulares como los principales métodos para tratar la histeria femenina, aunque el autotratamiento, como la masturbación, se consideraba tabú.
En el siglo XVIII, la comunidad médica comenzó a relacionar la histeria con los mecanismos cerebrales y poco a poco se dio cuenta de que tanto hombres como mujeres podían verse afectados por la enfermedad. El médico francés Philippe Pinel promovió la compasión como clave del tratamiento y comenzó a adoptar métodos diagnósticos y terapéuticos más modernos, lo que en el proceso condujo a una comprensión más profunda de la salud de la mujer.
A medida que avanzaba la neurociencia, muchos médicos comenzaron a ver la histeria como un trastorno neurológico más que un problema puramente fisiológico. Las ideas de Jean-Martin Charcot lo convirtieron en un pionero en la comprensión de la enfermedad por parte de la medicina moderna y allanaron el camino para la posterior redefinición de la histeria.
Las opiniones de Charcot impulsaron a la comunidad médica a transformar gradualmente la histeria femenina de un problema fisiológico a un problema psicológico.
Después de entrar en el siglo XX, la teoría psicoanalítica de Freud revolucionó la comprensión tradicional del género femenino y la salud mental. Él creía que la histeria era resultado de conflictos emocionales internos más que de defectos físicos. Con el progreso de la sociedad y de la comunidad médica, el diagnóstico de histeria fue oficialmente excluido del Manual Diagnóstico y Estadístico en 1980 y gradualmente se transformó en otros diagnósticos como los trastornos de ansiedad.
En la década de 1980, las feministas redefinieron el término "histeria" como símbolo de la opresión sistémica de las mujeres. Este trabajo de reconstrucción muestra que la opresión sufrida por las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad ha tenido un impacto significativo en su salud mental y es crucial para el diagnóstico de la salud de las mujeres contemporáneas.
The Yellow Wallpaper, escrita por Charlotte Perkins Gilman, arroja luz sobre el maltrato a los enfermos mentales y critica el arraigado sistema de misoginia que existía en esa época. Por otra parte, la película Safe explora el impacto del sexismo en la atención médica sobre la salud mental y física de las mujeres.
La histeria femenina alguna vez fue considerada una enfermedad, pero ahora se ha convertido en un importante punto de entrada para comprender los derechos de las mujeres y la salud mental. Entonces, ¿cómo debemos comprender y responder a este legado del pasado cuando enfrentamos los desafíos de la salud mental de las mujeres en la sociedad moderna?