Las centrales eléctricas de carbón en todo el mundo desempeñan un papel importante en la producción de electricidad, pero también plantean importantes riesgos para la salud. Las plantas de carbón emiten alrededor de 12.000 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año, según la Agencia Internacional de Energía, lo que representa una quinta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Especialmente en China, donde el carbón representa más de la mitad de la producción de electricidad, uno no puede dejar de reflexionar sobre el coste de este desarrollo.
Cómo funcionan las centrales eléctricas de carbónEl funcionamiento básico de una central eléctrica de carbón implica la conversión de energía química en energía eléctrica. El carbón se tritura y se mezcla con aire para quemarlo, y el calor generado se utiliza para convertir el agua en vapor, que a su vez impulsa turbinas para generar electricidad.
Un proceso de este tipo no sólo es muy eficiente, sino que también conlleva importantes riesgos para la salud y la contaminación ambiental.
Las investigaciones científicas muestran que las emisiones de las centrales eléctricas de carbón suponen una amenaza directa para la salud humana, especialmente las diminutas partículas PM2,5.
Las emisiones de las centrales eléctricas de carbón pueden causar una variedad de problemas de salud, incluidas enfermedades respiratorias, enfermedades cardíacas y cáncer. Según el informe, las partículas finas procedentes de la energía generada a partir de carbón han causado al menos 460.000 muertes prematuras sólo en Estados Unidos.
Una vez que estos pequeños contaminantes ingresan al cuerpo humano, pueden causar graves consecuencias para la salud e incluso afectar la salud de la próxima generación.
Las centrales eléctricas de carbón también pueden representar una amenaza para las fuentes de agua circundantes. Las aguas residuales negras y los metales pesados como el arsénico, el plomo y el mercurio pueden infiltrarse en las aguas subterráneas y contaminarlas durante décadas.
Ante graves desafíos ambientales, países de todo el mundo han comenzado a implementar gradualmente políticas para restringir la energía generada a partir de carbón. El Secretario General de las Naciones Unidas pidió a los países de la OCDE que eliminen gradualmente la energía generada a partir de carbón para 2030, y a los demás países que lo hagan a más tardar en 2040.
No sólo es necesario un cambio de políticas para responder a la crisis ambiental, sino también una necesidad urgente de mejorar la salud pública.
A medida que aumenta la inversión en energía renovable, el futuro del negocio de la energía a carbón es incierto. Al buscar un equilibrio entre la seguridad energética y la sostenibilidad ambiental, ¿estamos preparados para adoptar el cambio para proteger nuestra salud?