Los giros ocultos del cerebro: ¿Por qué son tan mortales las hemorragias submeníngeas?

La hemorragia subaracnoidea (HSA) es una afección potencialmente mortal en la que el sangrado se produce en el espacio subaracnoideo del cerebro, que es el espacio entre la membrana aracnoidea y las meninges del cerebro. Los síntomas de esta afección varían, pero los más comunes incluyen dolor de cabeza intenso, vómitos, disminución del nivel de conciencia, fiebre y déficits neurológicos. Muchos pacientes pueden experimentar rigidez o dolor de cuello.

Las principales causas de hemorragia submeníngea incluyen el traumatismo craneoencefálico y el sangrado espontáneo, este último a menudo causado por la rotura de un aneurisma.

Los factores de riesgo de hemorragia submeníngea espontánea incluyen presión arterial alta, tabaquismo, antecedentes familiares, abuso de alcohol y consumo de cocaína. Según las encuestas, la hemorragia submeníngea espontánea afecta aproximadamente a 1 de cada 10.000 personas cada año. La tasa de incidencia en mujeres es mayor que en hombres. La tasa de incidencia aumenta con la edad y aproximadamente el 50% de las personas la han sufrido antes de los 55 años. Esta situación.

Síntomas y diagnóstico

El síntoma clásico de una hemorragia submeníngea es un dolor de cabeza intenso conocido como "cefalea en trueno", que los pacientes suelen describir como un dolor en el cerebro que "se siente como si alguien les diera una patada". Estos dolores de cabeza suelen empeorar rápidamente y van acompañados de otros síntomas como vómitos y convulsiones. Debido a estas características, las personas con ataques de pánico a menudo buscan atención médica, pero no a todas las personas con síntomas similares se les diagnostica una hemorragia submeníngea.

De todos los pacientes ingresados ​​en el hospital con cefalea en trueno, sólo alrededor del 10% son finalmente diagnosticados con hemorragia submeníngea.

La tomografía computarizada es una herramienta diagnóstica importante en pacientes con sospecha de hemorragia submeníngea. Según las investigaciones, la TC puede identificar correctamente hasta el 98,7% de los casos si la exploración se realiza dentro de las seis horas siguientes al inicio de los síntomas. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la eficacia de la TC disminuye y las resonancias magnéticas se vuelven más sensibles.

Etiología y fisiopatología

La mayoría de las hemorragias submeníngeas son resultado de traumatismos craneales, ya sea relacionados con fracturas de cráneo o contusiones intracerebrales. Sin embargo, el 85% de las hemorragias submeníngeas espontáneas son causadas por rotura de aneurismas, la mayoría de los cuales se localizan en el polígono de Willis y sus ramas en el cerebro. Aunque la mayoría de los pacientes sufren sangrado por aneurismas pequeños, los aneurismas más grandes tienen más probabilidades de tener un mayor impacto debido a su mayor riesgo de ruptura.

En aproximadamente el 10-20% de los pacientes con hemorragia submeníngea espontánea, el aneurisma no se detecta en la angiografía inicial.

Una complicación importante después de una hemorragia submeníngea es el vasoespasmo, que generalmente ocurre entre el tercer y el séptimo día después del evento. Los productos sanguíneos en el cerebro estimulan la contracción del músculo liso, agravando la condición del paciente y aumentando el riesgo de dificultad para hablar, alteración de la conciencia y convulsiones.

Tratamiento y rehabilitación

El tratamiento de la hemorragia submeníngea se basa en una neurocirugía rápida o en la colocación de un stent endovascular. Es posible que se requiera intubación y ventilación mecánica en algunos pacientes, especialmente en aquellos con un nivel de conciencia reducido. Después del diagnóstico, el paciente debe ser ingresado en la unidad de cuidados intensivos porque el 15% de los pacientes pueden volver a experimentar sangrado después del ingreso.

En cuanto al manejo nutricional de la hemorragia submeníngea, la alimentación temprana es una prioridad, y la alimentación oral o nasogástrica suele ser mejor que la inyección intravenosa.

En vista del riesgo de resangrado, el personal médico intentará mantener la presión arterial sistólica del paciente entre 140 y 160 mmHg para reducir la posibilidad de resangrado. Para este fin se pueden utilizar medicamentos como la labrosina o la nicardipina para controlar la presión arterial.

Prevención y detección

Aunque no se examinaría a toda la población para detectar aneurismas, la detección puede valer la pena en pacientes que tienen dos o más familiares inmediatos que hayan tenido un aneurisma roto. Además, se deben considerar exámenes adicionales para diferentes grupos de alto riesgo, como pacientes con enfermedad renal poliquística autónoma.

El tratamiento de la hemorragia submeníngea es integral y se deben tomar medidas oportunas desde el manejo de los síntomas hasta el control de la fuente del sangrado. Sin embargo, todo esto plantea una pregunta más profunda: si no se puede identificar y tratar a tiempo, ¿se puede prevenir eficazmente la letalidad de la hemorragia submeníngea?

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