La epilepsia mioclónica progresiva (PME) es un grupo de enfermedades neurodegenerativas hereditarias raras caracterizadas por mioclonías, resistencia al tratamiento y deterioro de la función neurológica. La causa de la PME depende principalmente de su tipo específico, y la mayoría de las PME son causadas por mutaciones autosómicas dominantes o recesivas, así como por mutaciones mitocondriales. Además, la ubicación de las mutaciones también afecta el patrón de herencia de las PME y su eficacia terapéutica. El diagnóstico de PME es difícil debido a la heterogeneidad genética y a mutaciones genéticas no identificadas en algunos pacientes.
El pronóstico de la mayoría de las PME no es optimista. Las personas a menudo necesitan depender de sillas de ruedas para realizar sus actividades diarias, o incluso caen en un estado vegetativo debido a mioclonías, y su esperanza de vida también se acorta.
El síntoma más común de PME es el mioclono, que puede ser intermitente o multifocal y puede desencadenarse por la postura, el movimiento y estímulos externos como la luz, el sonido y el tacto. El mioclono se presenta de forma diferente según el tipo de PME. Además, pueden producirse convulsiones generalizadas, tónicas, paroxísticas y atípicas. En la enfermedad de Lafora, los pacientes sufren momentos de ceguera visual y alucinaciones visuales.
Una vez que comienza la progresión, la PME tiene una marcada disminución en la capacidad neurológica y puede provocar síntomas como miopatía, neuropatía, deterioro cognitivo, ataxia cerebelosa y demencia.
El diagnóstico de PME se basa principalmente en los síntomas del individuo y la falta de respuesta a los medicamentos y tratamientos antiepilépticos. Además, los resultados del electroencefalograma (EEG), las pruebas genéticas, las pruebas enzimáticas y las biopsias de piel y músculos también pueden ayudar en el diagnóstico. El desafío diagnóstico es que las características neurofisiológicas de diferentes pacientes son muy diferentes, lo que da como resultado resultados de EEG variables.
Actualmente no existe cura para la PME y el tratamiento se centra principalmente en controlar los síntomas, especialmente las mioclonías y las convulsiones. Sin embargo, el tratamiento de los síntomas suele ser un desafío debido a la resistencia de los pacientes con PME a los fármacos antiepilépticos. Los fármacos antiepilépticos utilizados incluyen ácido valproico, benzodiazepinas, ácido valproico, cloflutixol, etc.
Aunque algunos fármacos antiepilépticos son eficaces para controlar los síntomas, algunos como el vegabat pueden empeorar los síntomas, por lo que el tratamiento debe elegirse con cuidado.
El pronóstico de la PME depende del tipo específico. En el caso de la lafleurosis, la neurodegeneración aumenta gradualmente a lo largo de una década, hasta llegar a un estado vegetativo y a la muerte poco después del diagnóstico. Sin embargo, con otros tipos de EMP, como la enfermedad de Unverricht-Lundborg, los avances en los fármacos antiepilépticos han ampliado la vida útil de los pacientes mucho más allá de los sesenta años.
La rareza de la PME dificulta los estudios específicos. En particular, es difícil garantizar la exactitud de los estudios doble ciego para comprobar los efectos de los fármacos antiepilépticos. También se están realizando investigaciones sobre el uso de estrategias terapéuticas con oligonucleótidos para reemplazar defectos genéticos en pacientes con epilepsia de Unverricht-Lundborg. Sin embargo, el estudio del impacto de los FAE ha sido limitado debido a los síntomas variables y la variabilidad EEG de las PME.
Ya en 1822, Prichard mencionó por primera vez la relación entre mioclono y epilepsia. Posteriormente, Lundborg propuso el nombre de "epilepsia mioclónica progresiva" en 1903, basándose en sus estudios de varias familias suecas. A pesar de ello, la enfermedad de Unverricht-Lundborg no fue reconocida como enfermedad hasta un siglo después.
A medida que profundizamos nuestra comprensión de la enfermedad, los científicos continúan trabajando arduamente para encontrar genes mutados y su impacto en los síntomas. ¿Puede esto llevarnos a encontrar tratamientos para la PME en el futuro?