Las epilepsias mioclónicas progresivas (EMP) son trastornos neurodegenerativos hereditarios raros que se caracterizan por mioclonías, resistencia al tratamiento y deterioro neurológico. Las causas de estas enfermedades dependen en gran medida del tipo específico de PME y suelen estar asociadas a mutaciones autosómicas dominantes, recesivas o mitocondriales. Debido a la diversidad de mutaciones genéticas, el diagnóstico de PME es un desafío, lo que también afecta la efectividad de su tratamiento.
Los pacientes con PME a menudo experimentan mioclonías inducidas por el movimiento o estímulos y una variedad de convulsiones, lo que complica aún más el diagnóstico.
El síntoma principal de la PME es la mioclonía, que puede ser fragmentaria o multifocal y puede desencadenarse por la postura, el movimiento y estímulos externos como la luz y el sonido. Además, los tipos de convulsiones asociadas con la PME varían, incluidas categorías de convulsiones generalizadas y específicas. Estos diversos síntomas y diferencias individuales aumentan aún más la dificultad de diagnosticar la enfermedad.
El diagnóstico de PME generalmente se basa en los síntomas del paciente y la mala respuesta a los fármacos antiepilépticos, así como en pruebas adicionales como el electroencefalograma (EEG) y pruebas genéticas. La realización de un EEG también es difícil porque la neurofisiología de cada paciente es diferente. Sin embargo, la combinación de múltiples herramientas de diagnóstico puede mejorar el diagnóstico preciso de PME.
El dilema de la farmacoterapiaLa forma más eficaz de diagnosticar la PME es considerar exhaustivamente factores como los síntomas clínicos del paciente, la edad, los resultados del EEG y las pruebas genéticas.
Actualmente no existe un tratamiento fundamental para la PME y el tratamiento farmacológico se centra principalmente en controlar las mioclonías y las convulsiones epilépticas. Sin embargo, los pacientes con EMP suelen desarrollar resistencia a diversos fármacos antiepilépticos. Por ejemplo, algunos fármacos antiepilépticos de uso generalizado (como el fenobarbital, el ácido valproico, etc.) pueden, en realidad, agravar la enfermedad en algunos pacientes con EMP. Por eso es especialmente importante desarrollar un plan de tratamiento individualizado.
Clonzaban está actualmente aprobado por la FDA como monoterapia para las convulsiones mioclónicas, pero para algunos pacientes el efecto no es obvio.
Dada la rareza de los PME, los estudios doble ciego dirigidos específicamente a estos trastornos están plagados de dificultades. Los investigadores están explorando nuevas estrategias de tratamiento, incluida la terapia genética y la terapia de reemplazo enzimático. Estos estudios podrían brindar nuevas esperanzas a los pacientes con PME en el futuro.
ConclusiónLa complejidad de la epilepsia mioclónica progresiva no se limita a sus causas y síntomas. La eficacia de los fármacos antiepilépticos también varía de una persona a otra, lo que nos lleva a reexaminar las opciones de tratamiento existentes. En el desarrollo futuro de la medicina, ¿cómo deberíamos identificar con precisión el mejor tratamiento para los diferentes pacientes con PME?