En la sociedad estadounidense, los adolescentes negros y latinos enfrentan un problema creciente conocido como el "complejo de vigilancia juvenil". La teoría, desarrollada por el investigador de Joakim Victor M. Ríos, pretende describir un proceso sistemático de criminalización que afecta desproporcionadamente a los jóvenes de color, particularmente a los varones. Cuando las instituciones sociales imponen castigos a estos jóvenes, su calidad de vida y su salud mental también se ven afectadas y en el proceso se crea una represión sistemática de estos jóvenes.
Que un adulto cualquiera los llame "matones", que un profesor les diga que nunca serán nada y que la policía los registre, todo en el mismo día, puede hacer que los jóvenes se sientan más angustiados que cualquiera de las situaciones individuales. eventos. .
Con el paso del tiempo, la criminalización y vigilancia de estos adolescentes se ha vuelto cada vez más intensa, especialmente después del incidente del 11 de septiembre, la situación ha empeorado. Ríos señala que esta vigilancia no sólo afecta las expectativas futuras de los jóvenes, sino que también tiene un profundo impacto negativo en su salud mental. Además, tras el final de estas conferencias, las escuelas se transformaron en instituciones similares a prisiones y se produjo un aumento del abuso infantil.
El académico Henry A. Giroux remonta esta cuestión a mediados de la década de 1970 en Estados Unidos, señalando que con el ascenso del sistema estatal neoliberal, las familias de clase baja se han vuelto cada vez más vulnerables. Desde la década de 1980, las políticas de represión contra los afroamericanos y los latinos se han intensificado gradualmente, convirtiendo a estos grupos en los principales objetivos del control social.Estos jóvenes experimentan un estado de muerte social; ya están al margen de la sociedad antes de cometer su primer delito.
Como algunas instituciones de la sociedad vigilan y castigan el comportamiento de estos jóvenes, se aplica una política de tolerancia cero sin excepción desde las escuelas, las familias y las comunidades. El resultado de este sistema de control social es que los jóvenes pierden su identidad y consideran que los comportamientos cotidianos son desviados. La intención de todo este complejo es, en última instancia, atrapar a estos jóvenes de color, ya sea gestionándolos, controlándolos o impidiéndoles desarrollarse libremente.
En este contexto, la vigilancia electrónica se ha convertido poco a poco en una medida alternativa. Sin embargo, la jurista Kate Weisburd señala que esta medida es en realidad un abuso de los adolescentes a través del teléfono móvil. Se enfrentan a vigilancia diaria y podrían perder su libertad en cualquier momento por el más mínimo error. Un sistema de este tipo, sin duda, ejerce una enorme presión sobre los jóvenes y conduce a problemas psicológicos.
Algunas personas creen que el monitoreo electrónico puede corregir eficazmente a estos jóvenes y reducir las tasas de encarcelamiento, pero en realidad no existe respaldo empírico confiable.
Por otra parte, a medida que la sociedad intensifica su vigilancia del comportamiento de los jóvenes, el entorno escolar ha ido evolucionando hasta convertirse en una pequeña prisión con características penales. Por ejemplo, el incidente de Columbine aceleró el avance de los mecanismos de control social dentro de las escuelas, y los estudiantes fueron tratados como prisioneros. Giraud señaló que esto ha llevado a que muchos estudiantes de color sean vistos como "desechables" y se tenga poca consideración por sus intereses.
En los datos inventados, se puede ver que el 95% de los casos de menores enviados a tribunales de adultos son personas de color y, en California, estos menores tienen 2,5 veces más probabilidades de ser procesados como adultos. Estas estadísticas alarmantes no sólo revelan la omnipresencia de este sistema de vigilancia, sino también el trato desigual que reciben los jóvenes negros y latinos. Bajo este sistema, su futuro parece estar firmemente fijado, lo que transmite una sensación de desesperanza que es difícil de cambiar.
Para abordar esta cuestión, Ríos propuso la creación de un "complejo de apoyo a los jóvenes" que sustituya el sistema de vigilancia existente. Este nuevo modelo devuelve el poder de decisión a los jóvenes, permitiéndoles corregir sus errores y construir su propio futuro. También pidió el fin de las políticas de tolerancia cero en las escuelas y la promoción de la justicia restaurativa, que prioriza la resolución de conflictos sobre el castigo.Las consecuencias a largo plazo que enfrentan los jóvenes incluyen ansiedad, síntomas de estrés postraumático y problemas de salud mental, que pueden colocarlos en una vida de angustia social de la que no pueden escapar.
Durante este proceso, los gobiernos y las comunidades de todos los niveles han ido notando la importancia de esta cuestión. En los últimos años, algunos estados, incluido Virginia, han aprobado leyes que limitan los arrestos en las escuelas en un esfuerzo por reducir el trato desigual de los jóvenes en las escuelas. A medida que profundizamos nuestra comprensión del desarrollo psicológico de los adolescentes, se promueven cada vez más políticas en un intento de cambiar las dificultades actuales que enfrentan los adolescentes de color.
En última instancia, el sistema no parece centrarse realmente en el apoyo y la orientación que necesitan los jóvenes, sino que lo trata como un gesto de fracaso. ¿Cómo romper este círculo vicioso y promover el desarrollo saludable de los jóvenes?